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Anna TV

VEINTIDÓS

Actualizado: 11 abr 2020

En el número 21, Jordi Colombi nos cuenta cómo se vive lo de ir a comprar alcohol en cuarentena. Jordi Colombi es el Invitado del martes en la cuarta semana de cuarentena.

Texto abajo: Jordi

Texto arriba: Anna


Martes 7 de abril

13:03

Me he tomado un cafe, he leído las noticias alemanas: parece ser que algunas medidas de seguridad como mantener las distancias, pueden durar hasta fin de año. Me he hecho un zumo muy rico con gengibre, por fin he conseguido gengibre, hacía mucho que no lo conseguía encontrar. He salido al balcón, parece que la orquesta sinfónica de los pájaros de Berlín está dando un concierto. Hace sol, hace un tiempo cálido y espléndido, el árbol del patio está más florecido que ayer. Se nota que es semana santa. Me acuerdo de mis abuelos.

Creo que me voy a hacer otro café y lo voy a tomar en el balcón.

17:36

Me he sentado en el balcón a leer. Se escuchan los gritos de niños de dos patios más allá.

Hay un pajarraco (una tórtola) que va del árbol a mi edificio, vuelve al árbol y así sucesivamente. A mi balcón no ha llegado, pero me tengo miedo de que llegue. Leo - tensa- en el balcón. Los abejorros se acercan, sobrevuelan mi cabeza y se van. Esto también me pone más tensa. Una pareja de cuervos salen volando del balcón de arriba del edificio contiguo al mío. Menudo susto me han dado. El trino de los pajaritos todavía no me molesta, siento como si estuviera en la jungla, pero puedo seguir leyendo, no me desconcentra. El pajarraco y los abejorros, en cambio, sí me desconcentran. Me espantan cada dos minutos y cada dos minutos hago un amago de volver adentro, a la cocina, donde ningún bicho me inquiete, pero pienso “va, quédate en el balcón, que se está bien” y es cierto, es muy agradable leer en el balcón.

Un abejorro más y entro, así no se puede leer tranquila.

Estoy en el sofá de mi cocina, que también es muy agradable. Leo un libro sobre una mujer que regenta una casa de putas a finales del XIX, principios del XX, en Estados Unidos. Viaja hasta muy lejos para encontrar a las mejores putas, las cuida y les da el mejor vino y la mejor comida. Hay música en directo cada noche y fiesta. Y conversaciones sin música. Me da cierta envidia. Quisiera estar allí, bebiendo vino y escuchando música en directo.

de madrugada:

Por la tarde he ido a dar un paseo un poco más lejos. No había nadie en la calle. Por esas calles nunca hay nadie, haya cuarentena o no. Sólo hay casas y cuatro bares, que aquí se llaman Kneipes.

Cuando he vuelto del paseo he leído un poco más.

Otra vez los bichos de la madera caminaban por delante de la puerta del balcón. Los he invitado a salir amablemente.

He cenado mientras veía el tele-noticias y alguna de las cosas que he escuchado me han dado mucha pena. He pensado en Álvaro.

Después he visto un reportaje en la tele catalana sobre el barrio en el que pernocté la última vez que estuve en Barcelona.

Después he vuelto a leer. El libro de la madam me ha enganchado

Ya no quiero leer más y ahora quiero ver una peli. He sacado un bol de la estantería para comer unos cereales de chocolate. He encontrado el bol colonizado por los bichitos de la madera. Estoy desesperada, el otro día soñé con ellos. No sé cómo eliminarlos, quizá pueda ponerlos en cuarentena, lo malo es que su casa es la mía.

Voy a ver una peli, de esas tan poco realistas, en donde los personajes se tocan y andan por calles plagadas de gente y vida.

Martes 7 de abril, por Jordi Colombi:


Me despierto con el mensaje de Anna pidiéndome que escriba para su diario. Eso significa que voy a ser (mucho) más consciente de mis actos ya que, por decirlo de alguna manera, hoy voy a salir por la tele. Salgo de la cama, me ducho y preparo un café. Saco los platos del lavavajillas, me visto. Bebo los primeros sorbos del café mientras me conecto al ordenador del trabajo. Tengo la sensación de que hay poco que hacer hoy. Hacemos nuestra videoconferencia diaria a las 10 en punto. Me llama después mi jefe, que necesita un pdf. Escribo a Inés, y le recomiendo que escuche a Timber Timbre. Decido escucharlo yo también, ya que hace mucho que no lo hago. Cuántas cosas me gustaría copiar de él en mis canciones. Acabo las mediciones y el presupuesto que empecé ayer, y apenas es media mañana. Diego nos escribe a Flavia y a mi algo alarmado por las nuevas medidas que prepara el Gobierno. Me preparo otro café, acabo el EPK y escribo el post del próximo miércoles, para anunciar la publicación del nuevo disco de Indiscreet Jewels. Escucho a Moebius mientras tanto. Me entra hambre y me preparo la comida, bratwurst con espárragos trigueros. Ole yo. Intento hacer siesta, pero Eileen, Isabela y Federica deciden escribirme a la vez, cada una por un canal distinto, así que acabo hablando de la situación del confinamiento en Grecia, de repostería loca brasileña y de una movida bastante gorda en el despacho, respectivamente. Continúo al rato con unas correcciones de unos detalles constructivos, algo sumamente lento y aburrido. El día afuera es espectacular. Estamos a unos veintidós grados, con un cielo de color azul verano. Vuelven las palomas a posarse en la barandilla del balcón durante toda la tarde. Nunca sé si vale la pena molestarme en asustarlas no. Cuando decido que sí, que vale la pena, agito los brazos desde detrás del vidrio de la puerta balconera mientras grito aaaaaaa, y se van aunque luego acaban volviendo. El tiempo va pasando y llegan las seis. Termina la jornada. Decido hacer una masa de pizza, y dejarla suficiente tiempo a ver si sube un poco. Tras terminarla voy al Lidl, porque he acabado con todo el alcohol de casa y necesito repuesto. El chico en la puerta me tiene diez minutos esperando antes de dejarme pasar. Cojo cosas aleatorias de los pasillos de súper para que mi compra no parezca la de un borracho, y al llegar a casa abro una botella de vino y me sirvo a mí mismo unos trozos de de queso. Me vuelvo a sentar delante del ordenador, pero esta vez para dedicarle tiempo a un par de canciones que he empezado a grabar. Me cansa estar siempre sentado delante de la misma pantalla, para trabajar, para desarrollar proyectos paralelos, para hacer música, para perder el tiempo. No consigo encontrar el sonido que tengo en la cabeza, me paso casi una hora cambiando plugins para nada. Medio enfadado y con hambre, empiezo a prepararme la pizza. Hoy, la forma resultante es más parecida a la de una pizza estándar, casi circular, y el sabor es bueno aunque la masa me ha quedado algo sosa, como siempre. La como mientras escucho los descubrimientos semanales que me sugiere Spotify y miro tonterías por el móvil. Me acaba entrando sueño. Recojo un poco la cocina, me lavo los dientes y me meto en la cama. Tardo unos dos segundos en quedarme dormido.

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