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SETENTA Y NUEVE

Actualizado: 10 jun 2020

Miércoles 3 de junio

El Invitado de Hoy es José Luis Arribas, también conocido como Arri. Penúltimo relato de la cuarentena, desde Sant Joan Despí. Desde las afueras de Barcelona, miércoles 3 de junio por José Luis, aka Arri.

Texto abajo: Arri

Texto arriba: Anna



Miércoles 3 de junio

Aprovecho mi día libre para estudiar. Estoy en el balcón. Con las nuevas cortinas-toldo tengo sombra.

El vecino de abajo se ha puesto música y canta. Él y su hijo se pasan el día en el balcón. Todavía hay muchos niños que no pueden ir a la Kita. Siempre les escucho, el niño todavía no habla, el padre siempre ríe. Parece un hombre feliz. Aunque bien pensado, ¿quién no parece feliz en un balcón en primavera?

Creo que ha llegado la hora de hacer el vermú.

El vermut ha sido justo y moderado. Lo tomo mientras sigo estudiando en el balcón.

Hoy tengo dentista.


Si llega a inclinar un poco más la silla, quedo en perpendicular con el suelo.

Pensaba que iba a notar la sensación de sangre en la cabeza, pero no he notado nada. Lo que sí he notado ha sido el disgusto que me ha dado cuando me ha dicho el precio del puente y el del implante, 3000 y 5000 euros respectivamente. Hace dos años costaba cada uno 2000 euros menos, es decir, 1500 y 3000. Hace dos años que no puedo reír a gusto con el agujero este que tengo en la boca.

Hemos tomado una cerveza después del dentista (con Beni) en el Späti ese que hay al lado de casa de Mireya P., me he acordado de ella. La echo de menos.

Hoy es la primera noche de verano en el balcón, o la segunda. En la sartén se sofríen las patatas y la cebolla para la tortilla. Beni hace un autodefinido y yo escribo esto con un playlist de fondo hecha por Marc, y escribo intentando saborear cada palabra, porque el diario se acaba, posiblemente mañana sea el último día. Así que saboreo el final, como cuando de pequeña saboreaba las últimas cucharaditas de las natillas de chocolate. Eso, si mi hermana mediana no se había comido antes la que me correspondía a mi.



Miércoles 3 de junio, por Arri:

Lo primero que he olvidado hoy ha sido que E. había hecho ayer un bizcocho con los plátanos que se estaban pasando y he desayunado tostadas como todos los días. Menuda cagada. Cuando he visto el bizcocho en el horno, las tostadas que me habían hecho sentir dos horas antes como el hijo de un potentado saudí que ve amanecer desde la terraza de su casa en Miami, se han convertido, retrospectivamente, en algo mucho más triste. Las tostadas se han convertido en las gachas de avena de un orfanato inglés del siglo XIX. Se han ido directamente al descenso. Ahora son un compañero de clase cuyo nombre solo recuerdas si lo buscas en la orla.

Sobre las 7 he salido a andar durante una hora. He ido por el camino de las masías hasta la Ciutat Esportiva del Barça y en la primera calle de Sant Feliu he dado la vuelta. He hecho el recorrido escuchando el podcast Estirando el chicle de Percebes y Grelos y Victoria Martín. La mejor noticia de llevar mascarilla es que he podido ir riéndome de incógnito todo el rato sin parecer imbécil (o por lo menos no parecía ese tipo de imbécil). Aunque me da igual cómo me miren desde que puedo sacarle discretamente la lengua a la gente.

Al llegar a casa E. y e. seguían durmiendo. He despertado a e. y hemos estado un rato abrazados en mi sillón hasta que también ha aparecido E. y yo he vuelto discretamente a mi lugar como la segunda mejor opción para encontrar amor en esta casa. Le he dado el desayuno a la niña. Bizcocho de plátano y leche.

He trabajado más o menos toda la mañana a excepción de cuando he estado mirando Wallapop, cuando me ha escrito M. por WhatsApp para hacerme llegar la propuesta de escribir esta entrada de diario y cuando he hablado con F. por teléfono. Me dice que m. está apático. "Se tumba en el sofá en pijama y no se quiere cambiar. Como si le hubiera dejado la novia". Pero tiene cinco años.

E. y e. se han ido a comprar. Cuando han vuelto hemos comido las lentejas que descongelé anoche. De postre me he comido un pomelo. Sin lugar a dudas es una fruta pretenciosa para gente que aspira a comer fruta en el Club de Polo. El sabor amargo es el del complejo de clase. A los ricos les sabe dulce, probablemente.

Ha tocado una sesión de trabajo larga por la tarde, sentado junto al balcón del comedor, escuchando a los hijos en confinamiento de los vecinos intentando asesinarse o suicidarse o ambas cosas. No ha sido de especial ayuda para estar mínimamente concentrado. Me hacen pensar en lo que le he dicho a F. de que saldrán menos niños de los que entraron.

Pasadas las 19 h he dejado de trabajar y me he dedicado a hacer tiempo tocando la guitarra y cantando hasta que llegase el momento de hacer la cena. No he durado mucho porque e. ha empezado a cantar sobre mis acordes lo primero que se le ocurría y acabando todas las estrofas, muy ufana, con un "chachachá". Así que he ido a la cocina y he hecho judías verdes con patata al vapor para cenar y unos garbanzos con calabacín para comer mañana mientras escuchaba el podcast Apocalypso.

Cuando parecía que íbamos a terminar el día en paz, e. ha tenido una rabieta. Finalmente E. ha conseguido calmarla prometiéndole que se acostaría con ella hasta que se durmiera. Después de cenar le he leído con la niña un capítulo de Matilda y le he dado las buenas noches.

Mientras las chicas están en la litera juego con el móvil. En la pantalla de la televisión el Chromecast proyecta una secuencia de fotografías que he hecho en los últimos años: E. en un restaurante hindú de Calella, e. jugando en la arena de la playa en La Ràpita, mi madre dándole de merendar a e., mis amigos de la universidad en el restaurante Los Mariscos de Madrid... Ahora parecen un eco. Elijo en Netflix la serie sobre Jeffrey Epstein y me duermo rápido, como siempre desde que nació e. Me despierto en el sofá a las 23.30 h y voy a buscar a E. que duerme en la litera de e. Se baja dormida y sin caerse.

Hoy no me he duchado y he olido aceptablemente mal durante todo el día.

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