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Anna TV

VEINTICUATRO

En el número veinticuatro la Invitada de Hoy, Violeta Kovacsics nos cuenta historias de sombreros y de detectives y, de paso, qué hizo el jueves.

Texto abajo: Violeta

Texto arriba: Anna



Jueves 9 de abril


16:42

En el patio hay ambientazo: vecinos en sus casas, niños de 2 patios más allá, pajaritos.

Acabo de tener una pesadilla.

He hecho una siesta, creo que me movía inquieta mientras soñaba.

Hoy me he tenido que levantar pronto, he ido a la policía.

La policía que me ha atendido me ha recordado a las policías de la serie Believe me. Me gustaría ser como una de esas mujeres policía. Mujeres de arma tomar.

de madrugada

Ha venido Beni. Le he pedido que me trajera un rollo de papel de váter. A mi se me está a punto de acabar. Me trae dos rollos de su casa y oh! Sorpresa! Ha encontrado un paquete de dos rollos en el supermercado. Ahora tengo 4 rollos de papel de váter. Cuando los dejo en el lavabo pienso en lo que hubiera pensado si hace un mes me hubieran contado como iba a ser mi futuro próximo. Mi felicidad basada en la cantidad de papel de váter que tengo en casa. No quiero saber cómo será mi vida dentro de un mes.

Hemos cenado una tortilla repugnante con champiñones, queso y tofu. Y la verdad es que me ha quedado buena. Cenamos con cerveza, pero después nos pasamos al vino.

Otra vez, como el jueves pasado (qué rápido pasan los días) bebemos vino y escuchamos música. La diferencia es que hoy acabamos escuchando DAF y Chimo Bayo. Descubro que el de DAF es de padres españoles y tiene nombre español, y Beni descubre Chimo Bayo.

Pienso que esto es una repetición semanal, un reloop eterno, un bucle infinito. No me importa. Por mi, pueden ser todos los días como este.



Jueves 9 de abril, por Violeta Kovacsics:


Si hay un día poco representativo de cómo está siendo mi confinamiento es este jueves. A la mañana, la actividad culinaria de hacer panades de carn i pèsols y robiols de brossat i confitura y, a la tarde, mi segunda clase en directo han constituido una jornada trepidante.

Me desperté tarde, permanecí un rato en la cama y pensé en lo que había soñado: algo sobre unos niños robots que se derretían y se convertían en una masa informe que cabía en un tupperware. Me levanté y desayuné mientras Francina hablaba con su familia y comenzaba a hacer las panades. Su cara olía a condimento. Mientras comía pan con queso leí unas frases del diario de Virginia Woolf del domingo 14 de setiembre de 1919 (en el ejemplar, de mi madre, había subrayada la siguiente frase: “es esa claridad de visión que sobrevive en esos momentos la que nos lleva a la depresión. Pero cuando puedes analizarlo, ya está en buena parte superado”). Luego ayudé a rellenar las panades, lavé los platos y di forma a dos panades que quedaron perfectas, eso me reconfortó.

A media mañana abandoné la tarea gastronómica e intenté terminar de preparar la clase: tengo la impresión de que no hice ni una cosa ni la otra. La dispersión derivó en un gusanito de ansiedad. Seleccioné un fragmento de Comment je me suis disputé... (ma vie sexuelle) en el que el protagonista, un escritor, explica que lo primero que redactó, cuando todavía era un niño, era un texto autobiográfico. Últimamente, los diarios íntimos me persiguen.

Comimos las panades. Estaban riquísimas. Hicimos fotos de tales delicias para nuestras respectivas familias, y llamé a mi padre para decirle que le guardaría una congelada. Creo que se alegró. Luego participé en un juego online y no solo perdí sino que quedé la última: fue terrible. Vimos La ciudad desnuda, y a Francina le encantó (cuando terminó, sonreía mucho). A las seis y media, di la clase sobre cineastas franceses a través de internet. Al principio no veía las caras de los alumnos y me puse triste. Les mostré la escena final de Un amour de jeunesse. Siempre es hermosa, pero hoy más: junto al río, un sombrero sale volando, y la corriente se lo lleva.

Cenamos, vimos un capítulo de Colombo, comentamos que siempre lleva la chaqueta sucia y fuimos a dormir.

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