Arantza Ruiz, la catalana berlinesa confinada en el campo, en una masía en Catalunya, idílico paisaje para pasar la cuarentena, es la Invitada del lunes 6 de abril. Vamos a ver cómo se vive la cuarentena con sabor a libertad.
Texto abajo: Arantza.
Texto arriba: Anna.
Lunes 6 de abril
Hoy me he despertado a una hora más decente que los últimos días. Me he tomado un café y me he ido a mi casa.
Una vez en mi casa me he puesto a escribir una cosa que me pidió Álvaro y que le prometí que le entregaría hoy (todavía no se lo he enviado). Ha sido una lucha. Mientras escribía me iba levantando para picar, siempre lo hago cuando tengo que hacer algo que requiere cierto esfuerzo o dificultad, o que requiere pensar. He picado las patatas de bolsa que quedaban, he comido algunas galletas tuc, me he vuelto a sentar para escribir, me he vuelto a levantar para freír un huevo, me he vuelto a sentar, a levantar, sentar, levantar. Y así hasta que he terminado el texto. Una vez terminado, he respirado hondo. Uf. Una cosa menos. Ahora ya solo me quedaba hacer un vídeo para los niños de mi trabajo. Esto también requería esfuerzo, aunque de otro tipo. No tenía leche, así que he dejado lo del vídeo para hacer cuando volviese del supermercado.
Hoy ha hecho un día muy bueno, calor y sol.
De camino al súper he dado un largo rodeo por el sol. Durante el paseo he pensado en las noches de verano, en esas noches que hace calor, y estás con amigos, y estás de buen humor, y todo tiene un tono festivo, porque el verano tiene siempre un tono festivo, trabajes o no. La vida es una fiesta.
En el supermercado me han entrado ganas de estornudar. Mierda, he pensado. Ha sido inevitable. Me he tapado con el antebrazo, como dicen que hay que hacer (no me gusta nada este método). Juraría que ha sido el aire acondicionado lo que me ha provocado las ganas de estornudar.
Cuando he vuelto a casa, me he tomado un cacao en el balcón. El árbol del patio ya ha florecido.
El cacao no me ha sentado muy bien.
He hecho el vídeo. Me he pasado la tarde para hacerlo. Y mañana tengo que volver a repetirlo, tengo que mejorar algunas cosas.
Mientras hacía la cena he hecho video-llamada con Mireia. Ella cenaba, yo hacía la cena y mientras tanto conversábamos. Cuando he tenido la cena lista le he dicho a Mireia que colgaba, llevábamos un buen rato hablando y me faltaban manos. Como el telediario ya había terminado y no me gusta cenar en silencio, he buscado algo que ver por la televisión de espana y no he encontrado nada mejor que el programa ese de citas que presenta Carlos Sobera. Es como un Tinder televisado. Hay que estar de humor para verlo, porque es bastante deprimente, la verdad.
Después de cenar me ha entrado una sensación de desasosiego y de no saber que hacer.
Tengo ropa por recoger y tengo un montón de cosas esparcidas por toda la casa, encima del sofá hay papeles, una factura del dentista por revisar, un estuche, un globo, una mochila, unos pantalones, un libro, un libro de alemán, una libreta… y en la habitación, otro tanto.
Ni en broma me voy a poner a recoger ahora, me despejaría y luego no podría dormir.
Me he acordado de que hacían el Coronafest. En teoría había concierto a las once, pero la página está como parada. Eso es el mal de ojo que les he echado, por no haberme invitado a tocar.
Creo que voy a leer. No he parado en todo el día y es bueno tener un rato para disfrutar leyendo, o viendo una peli, o escuchando música.
Quizá si leo se va a ir este desasosiego tonto que siento.
Lunes 6 de abril. Por Arantza Ruiz:
Hoy es lunes, 6 de abril. A las 6.30h de la mañana, bien puntual ha sonado la primera señal a modo despertador. Un “mama” entonado de forma algo dramática, estirando la última “a” y convirtiéndola en un largo suspiro. Es Álex. Ojalá pudiera darle a ese botón que apaga la alarma durante 10 minutos. Berta se ha despertado y yo he seguido escondida en la cama, cinco minutos de gloria. Luego se ha despertado Marc y he sentido la llamada del deber. Es lunes, he pensado. Será un día productivo.
El desayuno ha ido bastante bien. Ha salido el sol. Pinta bien.
Después de desayunar mientras Berta jugaba con los niños yo he ido al baño. No es fácil encerrarse en el baño con dos niños en casa sin que estos te abran la puerta alterados gritando en bucle “¡mama pipi! ¡Mama pipi! ¡Mama pipi!” Pero lo he conseguido. Y he conseguido además, sentada en la taza del wc, leer fugazmente el Diario, Tagesschau y repasar Instagram, buscando sin éxito una fecha de fin de confinamiento. En la ducha me he recreado. Lo confieso. Luego hemos cambiado turnos. Berta se ha duchado en un santiamén, algo que me genera gran admiración.
La mañana ha sido similar a la de los últimos 20 días. Llevamos 20 días instaladas en casa de mis suegros, con la familia de mi cuñada también aquí instalada. Suena a pesadilla, pero tenemos una casita independiente para nuestra familia y estamos literalmente en medio del campo, así que se asemeja bastante más a un sueño agradablemente extraño.
Hemos salido a pasear por los alrededores de la casa hasta la granja de conejos. Con toda determinación he agarrado un conejo para enseñarselo a los niños y el maldito se me ha meado encima. Y los niños de nuevo en bucle; “¡mama pipi! ¡Mama pipi! ¡Mama pipi!” El trabajador de la granja, muy amable, me ha dicho que era normal. Pero él, el conejo y yo lo sabemos; soy de ciudad. Estoy dotada de esa torpeza para nada sutil característica de los urbanitas en el campo, urbanitas un tanto arrogantes que, para colmo, se creen campestres porque de niños iban de campamentos. Pero ahí está el conejo, preparado para darte una lección y un baño de humildad.
A las 11.30h como buenos alemanes los niños han comido y han ido a dormir la siesta. He comido rápido y he ido a trabajar un poco en la página web. Algo tenía que hacer para justificar un lunes.
Por la tarde me he apropiado del título de masovera de la masia. He cortado el césped con un simpático y ruidoso tractorcito. Pese al ruido que genera, es un momento de calma. Yo, el tractor, el césped, el sol. He podido pensar, reflexionar y especular sobre el futuro. Si todo se va al garete… siempre nos quedará Cal Queralt; hay huerto, pozo de agua, gallinas y conejos. Tenemos todo lo necesario para vivir. Alex y Marc algún día serán fuertes y podrán ayudar con la cosecha. Y yo algún día seré de campo. Seremos autosuficientes.
En este rato he pensado también en que me gustaría ver una futura película sobre el Coronavirurs, para enterarme de todo lo que hay detrás o simplemente como película de ciencia ficción. Pero rápidamente me he retractado, cada vez me parece menos viable una película sobre el Covid-19; sería demasiado larga...
La tarde ha sido también similar a la de los últimos 20 días. Un paseo, rabietas, ir a coger los huevos de las gallinas, risas, explicar un cuento, rabietas, encender el fuego, risas, buscar gusanos, rabietas, observar hormigas, risas…
Hoy me he bronceado (bronceado de campo, no tan brillante como el de playa, pero más duradero) lo que me genera una inimaginable felicidad. Ha sido una tarde bonita.
Los niños han cenado, los he puesto a dormir y ahora escribo mi diario con una cerveza y un matamoscas a mano. Berta hace una videoconferencia de trabajo. Me atrevo a prever cómo va a terminar el día. Veremos una serie, seguramente la Casa de Papel (efectivamente no somos muy originales). Hoy le toca a Berta matar las moscas de la habitación mientras yo la observo. Cuando ya no quede ni una cerraremos la luz. Mañana más. Mañana es martes, será un día productivo. ¿Saldrá el sol?
*Hoy ya es martes 7 de abril y me gustaría puntualizar que incluso estando de cuarentena el futuro inmediato puede ser caprichoso y distinto al que habíamos previsto, dotando así la cuarentena de una intensa emoción. Ayer no vimos ninguna serie, simplemente charlamos cerveza en mano. Me equivoqué al pensar que Berta mataría las moscas, era mi turno. Yo las mataba, Berta observaba. Cuando no quedó ninguna más cerramos la luz. Hoy no ha salido el sol.
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