El Invitado de Hoy, Jordi Marin alias Giorgio, nuestro querido Giorgio, nos cuenta como en un jueves de cuarentena, concretamente el 16 de abril, se pasa del pánico a la tranquilidad en un visto y no visto.
¡Que lo disfrutéis!
Texto abajo: Giorgio
Texto arriba: Anna.
Jueves 16 de abril
Me levanto y lo primero que pienso al levantarme es que sigo enfadada. Lo segundo, que tengo la regla.
Miro los whatsapps. En el grupo de trabajo dicen que quizá tendremos que ir a trabajar algún día, por turnos, etc. En contra de todo pronóstico, me alegro; siento estas noticias como una bocanada de aire fresco. Me cambia el humor, miro hacia el resto del día con alegría y un poco más de esperanza; pero sigo enfadada.
La araña que estaba encima de mi cama, en el techo, ahora está en el techo de la ducha. Tienen la afición las arañas de mi casa de instalarse en el techo de la ducha. Cosa que me inquieta.
Me ducho y mientras me ducho no dejo de mirar hacia arriba para tener bien controlada a la araña. En el mismo momento en que el mango de la ducha, amarrado a una barra, empieza lentamente a deslizarse hacia abajo, parece que la araña da rienda suelta a su hilo y empieza a bajar también. Pego tal grito de soprano (o de tenor, en mi caso) que la araña se asusta (yo creo que se mueve y todo, como hacemos los humanos cuando nos asustamos), recula y se va hacia arriba otra vez. Vuelvo a poner el mango de la ducha en su sitio. Recuerdo algo gracioso – un susto que me dio un compañero de piso hace años – y me pongo a reír a carcajadas en la ducha.
Tengo que ir a la farmacia y al dm, que es una especie de parafarmacia/perfumería. En el dm me encuentro por primera vez ante la insólita situación, insólita por lo menos en mi barrio, de tener que hacer cola en la calle. Entro sin haber esperado mucho rato fuera y otra vez me vuelvo a encontrar ante algo insólito, esta vez bueno: paquetes y paquetes de papel higiénico. ¿Han estado siempre aquí? Por supuesto hago lo mismo que los viejos avariciosos: compro un paquete aun teniendo 4 rollos en casa.
Cuando llego a casa y abro la puerta veo unos pies en la entrada, me pego un susto de muerte. Son mis botas.
Por la tarde gravo una canción, no estoy muy convencida con el resultado, pero el rato que he pasado distraída con la música, no he pensado ni un segundo en mi cabreo, que se empeña en quedarse aquí.
Ceno tarde por motivos personales. Me preparo una sopa con las sobras de un caldo que tenía en el congelador. Hace un tiempo compré una especie pasta de galet que guardo para la sopa, la sopa de galets es uno de mis platos favoritos, y aquí en Berlín no hay galets en el supermercado. Me como la sopa de galets mientras veo en la tele online Taxi driver. La sopa está riquísima y me pongo contenta al enterarme de que Travis (protagonista de Taxi driver) también escribe en su diario.
Esta noche no siento el peso que siento cada noche, esa desazón. Creo que es porque me han dicho que algún día tendré que ir a trabajar. Cambia la perspectiva. Volver lentamente a la normalidad. Viva la normalidad. Viva la mediocridad. Viva.
Miércoles 15 de Abril, por Jordi Marin:
Miércoles 15 de Abril, 05.00 a.m.
Llevamos 1 mes y 4 días confinados y mi cuerpo ya se ha autorregulado. Mis biorritmos son noctámbulos.
Ani está dormida en el sofá. La despierto para ir a la cama, nos estiramos y me pongo el portátil al lado para ver algo. Desde pequeño necesito ver algo para dormirme, no soy capaz de ir a la cama y estirarme sin más y para no molestar con el ruido me pongo unos auriculares de botón. Yo duermo en el lado izquierdo de la cama y para poder ver la pantalla apoyo mi oreja izquierda en la almohada y me pongo un auricular en la derecha. El problema es que el auricular derecho está estropeado con lo que utilizo el izquierdo pero al revés. Es bastante incómodo, me cuesta mantenerlo en su sitio y el cable se queda en medio de la cara pero no me decido a comprar otros porque todavía funcionan.
Jueves 16 de Abril, 12.00 p.m.
Desde que estamos en cuarentena el primer impulso que tengo al despertarme es el de leer la prensa con la esperanza de encontrar buenas noticias. Aún en la cama entro en El País, El Periódico, La Vanguardia, entonces paro. La situación en que vivimos se escapa de nuestro control, estamos instalados en la incertidumbre y poco podemos hacer más que esperar alguna buena noticia.
Me levanto y recojo y lavo los cacharros de la cocina, preparo café recién molido con la cafetera italiana, me tomo mis suplementos vitamínicos y la jalea real, ese es mi mundo, en mi mundo está todo bajo control y eso me da paz y bienestar. Tengo una gran facilidad para pasar de la preocupación y el pánico al bienestar y la pachorra, es como un superpoder.
Me tomo el café en el balcón con Ani. Durante un rato cada uno está a sus cosas, a su móvil. Yo sigo buscando información, esta vez en el Ara, El Mundo, el ABC, cuando ya no me queda prensa nacional salto a la CNN, a la BBC, al Corriere, supongo que no me doy por vencido en lo de encontrar alguna noticia esperanzadora y al final siempre llego a la misma conclusión, solo podemos esperar a que pase el tiempo. Normalmente siempre acabamos hablando de alguna chorrada o comentando cosas que vemos en la calle “¿has visto que tío tan raro?” “Esas palomas están procreando” “acabo de ver pasar una rata!”… hoy estábamos un poco autistas y no hemos hablado mucho.
Volver a entrar en el salón es como volver de un paseo.
En nuestra casa no hay estancias separadas, no hay puertas, pero de forma natural se delimitan los espacios. Podemos pasarnos tranquilamente toda la tarde yo en mi sillón, que es el más feo del mundo pero es supercómodo, y Ani en el sofá sin dirigirnos la palabra. Es un silencio muy cómodo. No quiero pensar lo que sería vivir este estado de alarma encerrado con alguien que te cae mal.
Transcurre la tarde y de vez en cuando vuelvo al balcón a cotillear. A partir de las 16.00h las calles se vacían y empieza el desfile de los yonkis y los colgados, ellos también deben tener los biorritmos noctámbulos. Si te fijas bien en la calle siempre ves a la misma gente haciendo las mismas cosas, incluidos los colgados, es como un mecanismo. A las personas nos gustan las rutinas, nos dan seguridad.
Mi última salida al balcón suele ser a las 20.00 p.m. para aplaudir. A veces salgo, a veces no, hoy no he salido. A esa hora estaba concentrado jugando a la Play, me encanta jugar a la Play, es algo que hago a diario con o sin cuarentena. Suelo jugar por la tarde-noche y cada día, en un momento dado, Ani dice una frase, siempre la misma, “¿ponemos algo?”, lo acaba de hacer, he dejado de jugar y he ido corriendo al W.C.. Cuando estoy concentrado haciendo algo, jugando a la Play, trabajando, me olvido de mear y cuando paro me entran unas ganas locas. Por un buen rato me he olvidado de que estamos en cuarentena pero de camino al baño me he cruzado con 4 bolsas de basura que tenemos por bajar, hace 6 días que no pisamos la calle.
Ponemos First Dates en la tele y comentamos la jugada. Hoy nos ha puesto muy nerviosos una chica con cara de amargada empeñada en convencer a su cita de que tenía que madurar, el chico ha aguantado la embestida y finalmente le ha dicho que él no iba a cambiar por nada ni por nadie, le hemos aplaudido. Luego hemos visto un programa muy malo de esos que distorsionan voces y pixelan caras. Después me he servido una copa de vino y hemos puesto un capítulo de Curb Your Enthusiasm. Desde que empezó la cuarentena estamos viéndonos todas las temporadas otra vez. Ani se ha quedado dormida en el sofá y yo me he servido otra copa de vino y me he puesto La Resistencia: LQDVI y me he echado unas risas.
A eso de las 5.00 a.m. he despertado a Ani para irnos a la cama. Ha pasado un día más y me voy a la cama contento pero con cierta sensación de incomodidad pensando en que me tengo que poner los auriculares estropeados.
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