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Anna TV

TREINTA Y NUEVE

La Invitada de Hoy, nos relata su viernes 24 desde Berlín y nos explica, entre otras cosas, cómo se lleva eso de que el novio esté en España. Con ustedes Raquel Rives.

Texto abajo: Raquel

Texto arriba: Anna


Viernes 24 de abril

Hoy me levanto un poco más pronto que los otros días, sin embargo es tarde, tan tarde que no quiero ni escribir lo tarde que es. Qué exagerada que ets, filla meva.

Miro algunos whatsapps nada más levantame, lo hago casi siempre, a veces incluso aun en la cama, porque mirar el teléfono me despeja más que el café.

Mi compañera de trabajo me dice que la semana que viene solo tendrá que haber en el trabajo una adulta por día, así que supongo que sólo tendré que ir un día.

Me gusta que sea viernes, traumas de la infancia.

Después del desayuno: café y zumo, hago yoga, dos vídeos de 20 minutos, uno para la tensión en la espalda y otro para las articulaciones. Esta vez los ejercicios son distintos. Normalmente, da igual qué video ponga, si para la espalda, o para el sistema nervioso, o para las articulaciones, los ejercicios son casi siempre los mismos.

Después de yoga arreglo una canción que grabé ayer, la compuse hace unos años, aun no la había grabado. No estoy muy convencida del resultado.

Como una ensalada y un bocadillo de pollo, de las sobras de ayer. Esta vez, el bocadillo va sin lechuga. La ensalada, con.

Me tumbo en la tumbona del balcón a tomar el sol. Se está bien. Llevo puesta la camiseta del círculo de Podemos de Dinamarca, me la dio mi amiga Mireya P, que vivió en Copenhagen antes de vivir en Berlín y cuando dejó Berlín para irse a Barcelona, se deshizo de cosas, entre ellas la camiseta del círculo de Podemos de Dinamarca. Me molesta llevar la camiseta; si la vecina de arriba sale al balcón, me ve perfectamente y si llevo la camiseta, va a descubrir que soy española. Ella también lo es, ahora ya no hay duda: el otro día la escuché a ella y a un hombre hablar en el balcón, y a veces escucho su radio española, y el otro día estaba escuchando la Cabra Mecánica. Si sale al balcón, entro antes de que vea la camiseta.

No sale y el sol no pica mucho, me quedo un rato disfrutando de la calma, calma algo interrumpida por la tórtola loca, que parece ser que no está loca, que las tórtolas son así.

Me canso de leer, siento los músculos agarrotados. Me voy a la ducha.

Hoy no iré a ver a mis sobrinos, quizá mañana. Salgo a pasear, tengo que despejar mi cabeza antes de estudiar. Tengo que entregar un trabajo el día 30 y aun no he empezado a buscar la información. Me dan ganas de repetir semestre, en este plan no hay quien estudie. Y tampoco he aprendido mucho en esta cuarentena. Cuando salgo de casa, a las 16:30, le escribo a César por si quiere ir a dar un paseo conmigo, sin cerveza. Sólo quiero pasear y ver a una persona. César seguro que no me contagia nada, yo creo que ya me contagió. Cuando empezó lo del Corona Virus en España, la familia de César se infectó, creo que por aquel entonces sólo había 29 infectados en toda España (lo recuerdo porque me fijé, después de que César me dijera lo de su familia). César se fue a pasar un fin de semana a Barcelona, fueron con su familia a las afueras de Barcelona a pasar ahí dos días, un cumpleaños o algo así. De ese fin de semana salieron todos contagiados, el primo de München hizo la cuarentena en München, y los otros en Barcelona. César no se puso enfermo, no se hizo el test. Después de ese fin de semana, quedó conmigo. Por esos días Beni se puso muy enfermo, yo también me puse un poco enferma, pero no tanto como él, aunque con los mismos síntomas. Beni estuvo como dos semanas y media enfermo. A principios de marzo Mireya P. vino a Berlín a pasar un fin de semana para hacer la tradicional calsotada que hacíamos siempre con la gente de su trabajo cuando ella vivía aquí. Beni, convaleciente, vino también a la calsotada. El otro día, por mi cumpleaños, Mireya me llamó, me dijo que está hasta las pelotas, y que no entiende por qué tiene que estar encerrada en casa si ya ha pasado el Corona Virus. Que has pasado el Corona Virus? Si, tía, antes de que empezase todo esto. Después de Berlín? Si.

Blanco y en botella (cuánto me gusta esta frase): César no me puede contagiar el virus.

Me subo a la bici camino a ninguna parte. César aun no contesta. Hoy paseo por otro lado, otro lado a un por descubrir. Descubro un parque precioso, los árboles rosados, un camino en el parque. Se diría que más que un parque es un camino de cuento. Yo no soy muy de parques, si me siento en algún sitio, que sea una silla y con un lavabo cerca, porque voy a beber unas cuantas cervezas.

Sin embargo, me siento bien atravesando este lugar en bicicleta, hay poca gente, al lado unos jardines privados de estos que tiene tanta gente en Berlín. Tiene algo este lugar, que no lo tienen los demás sitios. Paz.

Sigo pedaleando. César no contesta. Descubro nuevos caminos. Casualmente acabo en la puerta de la academia donde trabaja César y donde yo trabajé un día, y en donde en teoría tenía que hacerle un par de sustituciones más a Cesar, pero no pude porque… blanco y en botella (vino, por supuesto, es vino).

La persiana de la academia está cerrada. Creo que ya se puede dar clase si es solamente a una persona, pensaba que quizá iba a ver a César detrás del cristal, dando clase, pero ni siquiera he podido ver el cristal. Sigo pedaleando. Llego al parque colindante al Mauerpark, está lleno de gente, algunos grupos. Los grupos los forman normalmente los adolescentes. En este parque parece que la vida siguiera igual. Me asfixia ver a tanta gente de golpe. Ahora si, llego al Mauerpark. Me fijo en cómo algunos grupos de tres respetan esa distancia que nos va a salvar la vida. Otras personas parece que quieren respetar la distancia, pero que no saben cuánto es un metro y medio. Me bajo de la bici y camino con la bici a mi lado. Un tipo se mete con mi bici, o ¿ha dicho en serio que le gusta? Salgo del parque y llego a la calle, camino en dirección a Schönhauser Allee. En la calle me cruzo con un adolescente un poco gordito con una gorra de Star Wars, me produce ternura y pena.

Me parece que la peor edad para que te pille algo así, encerrado en casa todo el día con tus padres, es la adolescencia. En realidad creo que la adolescencia es la peor edad para que te pille cualquier desgracia. Qué mal se les da a los adolescentes relativizar. Pobres.

Cruzo la Schönhauser Allee y me subo a la bici otra vez. Dirección a casa. César no contesta. Tengo la feliz idea de pasar por el Mitte Meer. La tienda de productos del mediterráneo. Se me acabó el Colacao el otro día, había calculado a la perfección la cantidad de Colacao que necesitaba hasta la próxima vez que fuera a Barcelona. En mi vida paralela, hoy compro un kilo de Colacao en Barcelona, y por la noche celebraré mi cumpleaños en un bar e invitaré a mucha gente (quizá Francina también quiere celebrar su cumpleaños, que es hoy).

Entro en Mitte Meer con la intención de comprar Colacao y jamón. Salgo de Mitte Meer con Colacao, jamón, boquerones, berberechos, un bote de judías blancas, un fuet y una botella de vino tinto. Algunos detalles que me han faltado esta semana.

Ya de vuelta del Mitte Meer me escribe César, que estaba dando una clase, que si quedamos. Ya no quiero quedar. Me voy a casa.

Por fin me pongo un poco con los deberes de la escuela. Es muy triste. En lugar de estar en Barcelona observando cómo funciona allí una escuela, estoy en casa mirando por Internet. Hay cosas que la tecnología no puede reparar.

Hablo un poco con César por whatsapp. César es otra joya que el azar me ha puesto delante en Berlín. Un amigo es un tesoro y en Berlín todavía más.

Llevo todo el día esperando que Beni me pase el texto, hoy le toca a él. Ayer pensaba que no me iba a entregar ningún texto, que me iba a dejar colgada con el diario. Eso me hubiera dolido. Creo que lo ha entendido. A veces no sé si hace las cosas porque quiere o por complacerme.

Me hago la cena, un arroz con champiñones que me queda muy bueno. Siempre que lo hago me acuerdo de Grete. Le encantaba el arroz con champiñones que hacía mi madre. A mi me gustaba la pasta carbonara que hacía Ángeles. Ángeles era la madre de Grete y a su vez la tía de Mireya P., la del Corona Virus.

Beni tarda en pasarme el texto, me impaciento. Me debo a los lectores del diario, que les prometí una entrada diaria. Por fin me pasa el texto, es súper largo! Y todo en español! Me siento como una bruja mala cuando llego al final de su texto. Qui ho té del néixer no ho deixa.

Cuelgo la entrada del diario.

Escribo el diario de hoy. Me tomo un Colacao entre medio. Y ahora, que termino, me cambio de habitación, porque hay un mosquito tan grande en la cocina que si me pica, me desangra.


24 de Abril de 2020, por Raquel Rives:

Me despierto a las 6 de mal humor por despertarme a las 6. En un esfuerzo de concentración me vuelvo a dormir hasta las 8. Mi humor ha mejorado aunque preferiría dormir hasta que los obreros empiecen a taladrar.

Pienso en mi madre, en Lolo, en llamar a Maria y en tomar un café, el highlight del día y lo que me motiva a salir de la cama.

Empiezo el ritual de la mañana que es el mismo con y sin covid19 y que más o menos va así: bajo de mi Hochbett (hay palabras que ya solo existen en alemán como Anmeldung o Hausverwaltung), subo las cortinas de rollo que hoy no se atascan, voy a la cocina, me lavo la cara, preparo la cafetera y mientras se calienta me hago un zumo de naranja y pongo la radio. Voy al baño, o mejor dicho al váter, que está en el rellano. Pienso que ya le toca un repaso y que la taza negra no es excusa, que aunque la mierda no se vea no quiere decir que no esté.

Vuelvo a la cocina y mientras acabo de prepararme el café y friego platos en la radio escucho que hoy hará 20 grados. Decido que hoy saldré pronto.

Unas tres horas más tarde estoy lista para salir, previo paso por la ducha, por el cigarrito, por el mensajito cariñoso a Lolo por la mañana que ya es ritual también, por el mail, facebook, por los chats con Maria y con los Klinikclowns (otra palabra que ya solo existe en alemán), por los sms cruzados con Susana que ha vuelto de Madrid, por enviarle las fotos a Tom del paseo en bici de ayer hasta el Havel, por buscar en el cesto de la ropa sucia la mascarilla de tela que le compré a Sandra y que no he lavado a 60 grados, que no he lavado de hecho. Pero como lleva más de una semana en el cesto y aunque no tendo ni idea de lo que tarda en morirse el virus pienso que mejor usar esta mascarilla que la de pintor que ya he usado varias veces y que me pongo sin seguir ninguna lógica, según el día que tenga que es más o menos igual de fiable que la información que soy capaz de procesar al respecto. Cojo la mochila de Racc Club que le tomé prestada a mi madre en uno de mis viajes a Vilassar y que no le he devuelto ni le voy a devolver y que se ha convertido en la mochila del “confinamiento”. Dentro tiene una botellita con agua y jabón, papel de cocina y la mascarilla de pintor. Pico a la puerta de mis vecinxs para preguntarles si necesitan algo. Abre Thilo con el entusiasmo que le caracteriza, cosa que me pone siempre de buen humor y me dice que necesita yogur. También saca Mar la cabeza y hablamos un rato de facturas e impuestos. Le digo a Thilo que tardaré en traerle el yogur y Mar dice que no hace falta pero yo me voy pensando en comprar el yogur.

Ya fuera de casa, agarro la bici (lo de “agarrar” las cosas me lo ha pegado Seba) y mientras me alejo del mercado de la Maybachufer envío un mensaje de voz a los Merlins a ver si esta vez hay suerte y los saco de casa para tomar un café. Hace casi dos meses que no los veo y los echo de menos. Paro en el Woolworth que ya está abierto, me pongo la mascarilla, cojo una cesta, no encuentro lo que busco y cómo no, acabo comprando otras cosas que se me ocurre al verlas que también las necesito, cosa que me pasa con y sin pandemia. Salgo en dirección al Bauhaus en un segundo intento de encontrar lo que necesitaba antes de saber que necesitaba más cosas y de camino me responden los Merlins. Esta vez se animan a salir, nos tomamos un café en el patio de su casa, nos alegramos de vernos, Demi me toca la cara, nos contamos cómo estamos y lo raro que es todo. Dimitri dice que ha leído un artículo serio no sé dónde que dice que los fumadores estamos más protegidos contra el virus. Me parto el culo. Los dos fumamos mucho. Nos despedimos con ganas de abrazarnos pero sin hacerlo.

Voy al Bauhaus, me vuelvo a poner la mascarilla que me he quitado saliendo de la otra tienda, compro un par de piezas de metal para colgar cosas en una pared de la cocina y un par de tornillos para arreglar un armario. Me robo otros tornillos no sé si por miedo a robarlo todo o por un absurdo sentido de la justicia. Como la vez que le cambié el precio a un edredón de plumas en el Real por el de uno sintético. ¿Por qué las precarias no teníamos derecho a un buen plumón? La diferencia es que ahora tengo 5000 euros en el banco, cortesía del Landes Berlin, lo que convierte mi hurto en una gilipollez.

Mientras salgo vuelvo a escribir a Lolo que no contesta y pienso que aún duerme y que se habrá ido a la cama a las mil y que debe estar reguleras. Son ya las 3 de la tarde.

Vuelvo para casa pensando en visitar a Susana que ha vuelto de España y está en cuarentena y hasta las tetas de estar encerrada pero me muero de hambre así que pienso que iré mañana. Tampoco compro el yogur.

Cruzo el mercado de nuevo para llegar a casa. Antes de llegar noto algo raro, mucha gente, demasiada, a la entrada o salida, según se mire, del mercado. La policía lo está desalojando tranquilamente, o sea, sin repartir hostias. Pregunto a tres fruteros que empiezan a recoger que por qué. Lo pregunto cuatro veces hasta que uno se digna a contestarme. Dicen que desalojan porque la gente no ha hecho caso de las normas y no han mantenido la distancia de seguridad.

Llego a casa, me lavo las manos con jabón más de 20 segundos y me seco no recuerdo si con la toalla o con papel de cocina que luego tiro, como en algún momento he leído que hay que hacer. Esa es otra de las cosas que hago según me pique el día. Después cocino algo rápido: las últimas croquetas de queso que me quedan que están de muerte y hamburguesa también con queso. Molan más las croquetas.

Lolo ya se ha despertado, nos echamos una videollamada Málaga-Berlín. Hablamos todos los días, varias veces, sobre todo él que yo hablo poco. Está harto del confinamiento o lo que él llama arresto domiciliario. Hablamos largo rato y me pregunta cosas. Es un preguntón y me gusta. Hablamos de amores pasados y de echar de menos. Él dice que no echa de menos a ningún pasado amor porque tiene ahora la taza llena y no cabe más. ¡Me lo como! Yo le digo que yo a veces sí porque hay personas que de una forma u otra se han hecho un hueco en tu vida y ahí se han quedado. Mientras hablamos los obreros parece que acaban la jornada y literalmente pasan por delante de mi ventana.

Después he chateado con Ana, que está en Madrid. Ha abierto la conversación con un artículo de la Deutsche Welle que dice que la pandemia revela la escasa habilidad culinaria de los alemanes. Ana es muy aguda. Con Ana me he comunicado poco y me hace ilusión saber de ella. Además de contarnos cómo estamos, hemos hablado del sicópata de Trump y su genial idea de inyectar desinfectante para matar el virus, de Ayuso y el corte de financiación para escuelas infantiles durante el estado de alarma, del desalojo de la Ingobernable y de inyectarle a Ayuso el desinfectante.

Leo a través de un post de Carles La Ansiedad de Mariana Enriquez, a quien no conozco y leo creo que por primera vez, en la Revista de la Univeridad de México en el Especial: Diario de la pandemia, que tampoco conozco y leo seguro por primera vez. Después de leerlo pienso que existen personas que no me conocen y que saben expresar mucho mejor que yo lo que siento.

A las 20h recibo un wasap de Anna Taulés.

A- Vols escriure tu avui el diari? O sigui, escrius el que has fet avui i m'ho passes demà.

R- Ostres, jo escric així així però ho intento perquè seria un honor estar al teu diari.

A- és molt fàcil, només has d'explicar el q has fet

R- Venga

A- Gràcies!!!


Me pongo algo nerviosa porque me hace ilusión que me lo pida pero no me gusta escribir diarios. Me pillo una birra de la nevera y empiezo.

Y ahora me doy cuenta de que llevo cuatro horas pensando y escribiendo el día de hoy, que tan fácil no era y que va a ser un coñazo leerlo. Ya voy por la segunda birra, he fumado un montón y me ha llamado mi madre. Se me ha adelantado porque quería llamarla hoy. Me cuenta que mi tía ya ha salido del hospital. No creo que le enseñe este post no sea que me pida la mochila de vuelta.

Para cerrar pasaré mi 24 de abril del 2020 por un corrector online porque no tengo ennes ni acentos abiertos. El ordenador viene de Estado Unidos. Me lo regaló Jo. Él ahora tiene una novia de Estados Unidos. Estados Unidos, tierra de abundancia y de oportunidades. Su presidente curaría a los enfermos con desinfectante.

Después empezaré con el ritual de ir a la cama y que es parecido al de la mañana pero al revés, sin el zumo ni el café y que incluye lavarme los dientes y ponerme crema en la cara, coger el ipad que también es un regalo de Jo y el móvil que es un regalo de Tania y subir a la cama. A veces subo con un libro pero hace casi dos meses que no y de esto si culpo a la pandemia.

Luego hablaré otro rato con Lolo que me arropa por las noches en la distancia cosa que también se ha convertido en ritual.

Hoy no he visto a León.




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