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Anna TV

TREINTA Y DOS

En el número 32, el Invitado de Hoy nos cuenta cómo se vive la cuarentena en Berlín sin saber muy bien cómo se vive la cuarentena en Berlín. Con todas ustedes, con todos ustedes, señoras, señores, personas y extraterrestres, les presento a César Alonso.

Texto abajo: César

Texto arriba: Anna


Viernes 17 de abril

Me despierto pronto, mucho más pronto que los otros días. Ayer me dormí viendo un documental/entrevista a la secretaria de Goebbels. Era tarde cuando me quedé dormida, pero no tengo sueño.

El cielo está azul, azul cielo.

Clo me escribe contenta, quizá tiene que ir un día a la tienda a ordenar.

Me tomo un zumo y me ducho. El café me lo tomo en el balcón, después de la ducha, mientras tomo el sol.

Hoy no he visto a la araña. No sé por dónde andará.

En el patio hay un cuervo que no deja de gritar. ¿Estará en celo?

Una vecina habla por teléfono en español. Me molesta escuchar español en mi escalera. Me acuerdo de Eleonor, que se rallaba cuando se cruzaba por Barcelona con franceses.

No tengo hambre pero siempre hay hueco para unas patatas y una Coca Cola, además es viernes y hay que celebrarlo.

Ahora mismo, a las 15:39, en mi vida paralela, aquella en la que no existe la Covid-19, estoy en el avión con Beni, despegando camino a Barcelona.

Llegaremos a las 17:30 y mi hermana y mi sobrina nos vienen a recoger.

Antes solía venir mi padre en coche con Chico.

Pero ya no tiene coche.

Por la tarde me quedo dormida en el sofá, por motivos personales.

La puerta del balcón está abierta y escucho, mientras duermo, los ruidos que vienen del patio. Es agradable.

Entra la siesta y la cena: nada relevante que explicar.

Por la noche miro una película aburrida.

Mientras miro la peli hablo con Giorgio, que me explica su teoría sobre el Corona virus y los chinos. Muy interesante.

Cica me manda canciones a dueto con su mujer. Le animo a que las cuelgue en

Bandcamp. Salen muchas cosas buenas de esta cuarentena, no solo malas.

Giorgio me cuenta, además de su teoría, que su abuela postiza está ingresada por corona virus. Tiene 89 años, pero es una mujer fuerte y ya no necesita oxígeno artifical. “Una bèstia de muntanya” me dice Giorgio para definirla como mujer fuerte.


Ya tarde, de madrugada, me pongo Madre Gilda para dormir. La película se ve antigua, en cambio recuerdo que yo ya no era una niña cuando la estrenaron. ¡Qué vieja soy!



Viernes, 17 de abril de 2020, por César Alonso:


Mensch, habe ich einen Kater! En alemán para decir que estás de resaca se utiliza la expresión tener un gato. Supongo que es porque sientes como si un gato te estuviera arañando el cerebro y maullando de esa manera tan desagradable.

Me he despertado a las dos. Lo primero que he visto al abrir los ojos ha sido el vaso en la mesita con el culo de vodka y lonchas de pepino que me quedaron del último cubata, y a su lado, la bandeja de antihistamínicos para la alergia primaveral. Me emborraché tanto que no me atreví a tomarme la pastilla, pensando que tal vez la mezcla con el alcohol me mataría de alguna manera.

La fiesta fue inesperada. Primero estuve con Leo bebiendo cerveza y comiendo pizza en Boxhagener Platz. Había mucha gente, pero todos eran parejas o grupos de tres, y sentados de manera que respetaban la distancia preventiva. Estuvimos hablando de libros y Leo me regaló dos antologías y tres libros de poesía de Leopoldo María Panero porque decía que no soportaba tenerlo en su casa, que le entraban ganas de suicidarse al leerlo. A mí me encanta leer cosas con las que te entran ganas de suicidarte; en mí provocan el efecto contrario: me entran ganas de vivir. Me reconfortan. También estuvimos hablando del miedo. Del miedo en general, desde el más primario que te hace salir corriendo cuando ves un peligro hasta el miedo a afrontar situaciones cotidianas, responsabilidades, decisiones. Leo es psicólogo y me encanta que me hable de estos temas porque yo no sé nada y él habla de una manera muy agradable. Me dijo que de la palabra Angst vienen otras como angustia o angosto.

Al llegar a casa me encontré con la fiesta en la cocina. Era el cumpleaños de Lubo, y él, Zaharias, Stella y Nadia estaban haciéndose cubatas y escuchando música. Lubo cumplía treinta y siete años. Me gustó recordar que yo no era el viejo de la casa. Me uní a la fiesta encantado. Era una oportunidad para estrechar lazos con ellos. Nadia es la exnovia de Zaharias y es de Barcelona. Nos quedamos en la cocina fumando cuando los demás se fueron a la habitación de Lubo y Stella para pinchar música. Lubo y Zahari son músicos y pinchan muy bien. Nadia me dijo que Zahari se quejaba de que en el piso no somos divertidos; de que nunca hacemos nada juntos, ni fiestas ni nada. Me sentó mal porque pensé que hablaba de mí. Entonces fui a la habitación, me acerqué a Zahari bailando, le puse la mano en el hombro y le dije que se me había ocurrido hacer fiestas cada semana. Le propuse hacer la siguiente en mi habitación. Le gustó la idea. Claro, me dijo, y también podemos salir de fiesta cuando acabe todo esto. A mí me encanta salir con gente, y no me importa si son tíos, tías, el sexo. Pensé que se refería a que no le importaba salir con un marica. Llamaron a la puerta. Era una vecina que se quejaba de la música. ¡Pero si estamos en tiempos del coronavirus!, gritamos los cuatro desde la habitación mientras Lubo le pedía disculpas.

Stella le enseñó a Nadia todas sus estanterías llenas de cosméticos y se pusieron a hablar de cremas y potingues. Yo me acerqué disimuladamente y puse gestos de estar entendiendo de lo que hablaban. Le pregunté a Stella qué iba mejor para las arrugas y me contestó: ¡Pero si tú no tienes arrugas! Nadia propuso ir a fumar a la cocina y yo las seguí. Nos sentamos los tres a la mesa y nos llenamos las copas. Hacía mucho que no bebía cubatas. En Berlín solo bebo cerveza. Stella se me quedó mirando y acarició el borde de su vaso. Bueno, César, dime, ¿tú qué esperas de la vida? ¿Cuáles son tus objetivos? Yo me puse nervioso e improvisé una respuesta plausible. Creo que no me notaron que estaba incómodo. He aprendido a desarrollar estrategias de supervivencia ante estas preguntas de mierda. Les dije algo así como que nunca me había sentido tan feliz y satisfecho con mi

vida. Que me encantaba trabajar de profesor y titiritero, y que mi objetivo era aprender alemán lo antes posible y, quién sabe, tal vez en un futuro volver a actuar. Nadia me preguntó qué edad tenía, y cuando le dije que treinta y cinco, soltó un grito y me dijo que me olvidara de ser actor en Berlín, que ya estaba viejo para eso. Stella, que se había levantado para coger algo de la nevera, se giró y me dijo: A ti y a mí nos encanta reír, por eso tienes tantas arrugas. Se incluyó en la primera parte de la frase porque no quería herirme con el comentario. Era evidente: Stella tiene una piel perfecta y la construcción de la frase no tenía mucha lógica. Nos encanta; por eso; tienes. Me aconsejó que fuera al d&m y me comprara unas mascarillas faciales. Me explicó que te tensan la piel y que se han de poner dos veces por semana. Luego me dijo que me llevaría a la agencia de actores de donde la llaman ocasionalmente para trabajar de extra en películas y series.

Al levantarme no tenía hambre pero me he obligado a comer una manzana. He comprobado que no tenía carraspera de garganta, ni me picaban los ojos, ni he estornudado. No he tenido ningún síntoma de alergia matutina. Me he duchado y afeitado y me he dejado el bigote de marica de la RDA que tanto me gusta. Me he puesto la chaqueta y la gorra. Me he engañado diciéndome que necesitaba dar un paseo antes de comer y vagar por las calles sin rumbo, pero sabía perfectamente adónde quería ir.

De camino al d&m he cruzado un remolino de pétalos que caían de un árbol que parecía un cerezo, un almendro o uno de esos con las flores tan bonitas. Me he puesto contento porque me he sentido como en un haiku y porque no he muerto de una reacción alérgica. Entonces he jugado a mirar a todos los chicos con los que me cruzaba y pensar con quién tendría sexo y con quién no. Uno se ha girado y me ha devuelto la mirada, y yo he apretado los labios y he levantado un poco las comisuras; no he querido ofrecerle una sonrisa completa. En el d&m había un poco de cola y un segurata nos iba diciendo cuándo podíamos entrar. Cuando me ha dejado entrar, me ha obligado a coger un carro, aunque yo le he dicho que no lo necesitaba porque solo quería un par de cosas. Aún así, me ha dicho, tienes que coger el carro.

He buscado como un loco el pasillo donde estaban las mascarillas faciales. Eran muy baratas y había de muchos tipos. He sentido mariposas en el estómago. En la mayoría de envoltorios había fotos de mujeres, pero también había algunas con fotos de hombres. No sabía si había diferencia entre unas y otras, y me he limitado a echar indiscriminadamente muchos sobres de diferentes tipos en el carro. Entonces ha pasado por mi lado un hombre mayor que yo y más atractivo y cuidado, ha mirado al carro y me ha sonreído dejando caer los párpados. Yo he enterrado la cabeza en los hombros y he soltado un bufido como diciendo que sí, que creía que estaba pasando por una crisis de edad y que no sabía por dónde empezar para gestionarla. Me daba vergüenza ir a la caja con todas esas mascarillas, así que para disimular he cogido también una vela Passion fruit, un desodorante, cuchillas de afeitar, un cepillo de dientes de madera, un chupito de jengibre, té de jengibre, un zumo de jengibre y remolacha, un zumo de zanahoria y una botella de agua ohne.

En la cola para pagar me he sentido bien con mi higiénica y sana compra y he recordado que el otro día una funcionaria me dijo que hablaba muy bien alemán para el poco tiempo que llevaba aquí. Pero cuando le he preguntado a la cajera cuánto valían las bolsas de papel, me ha contestado en inglés y luego me ha dicho en alemán algo que no he entendido, pero que por el tono era algo parecido a Agiliza, ¡puto empanado! He decidido no dejar que el incidente lingüístico me afectara. El aprendizaje del idioma es así.

Me he hecho un cuscús con huevo y verduras. Zahari ha entrado en la cocina y se ha puesto a cocinar a mi lado en silencio. Sin alcohol me cuesta más arrancar a hablar, pero he roto el silencio con un Good party, last night, oder? Yeaaaahhh, until early in the morning! Le he repetido lo de que

teníamos que hacer más fiestas y le ha vuelto a hacer ilusión la idea. Me ha dicho que el chico que estaba antes en mi habitación era guitarrista y que era muy divertido. Al parecer la liaba de tal manera que los vecinos siempre se estaban quejando. He pensado en hacer para mis compañeros una actuación con mi marioneta. Al fin y al cabo, creo que me escogieron a mí para ocupar la habitación porque era titiritero y pensaron que sería divertido. Me he propuesto ser tan divertido que todo el edificio se acabe quejando.

Hoy también es el cumpleaños de mi hermano. Cumple cuarenta. Hemos quedado con la familia y amigos para hacer una videoconferencia y celebrarlo todos juntos. Le hemos hecho un vídeo sorpresa donde salimos todos felicitándolo. En los últimos meses he hecho varios vídeos felicitando a amigos y familiares. Casi todos ellos cumplían cuarenta. Odio la idea y espero que nadie haga eso por mí nunca. Al ver el montaje he comprobado que, efectivamente, mi aportación era la más sosa. Me he dado cuenta de que todos los vídeos de felicitación que he hecho son iguales.

Antes de la quedada he tenido tiempo de ir a hacer la compra. He ido al Kaufland. Es enorme y al entrar me he agobiado por la resaca, así que he decidido no pensar mucho. He cogido una sopa de lentejas congelada, una sopa de patatas y salchichas congelada, una bolsa con brócoli congelado, una especie de crema de espinacas con nata congelada y varias cervezas de diferentes tipos.

Hemos hecho la videollamada por Zoom. Éramos muchos y yo no he hablado casi nada porque me sentía incómodo. Las videollamadas hacen que los gatos de mi cabeza maúllen y arañen más fuerte. Estábamos casi todos los primos. Estamos repartidos por el mundo. Todos han hablado de cómo viven el coronavirus en sus sendos países. Cuando me preguntan por la situación en Alemania, me siento imbécil. Nunca sé qué decir. Nunca sé exactamente qué se puede y qué no se puede hacer o el número de muertos y afectados, así que siempre balbuceo palabras sueltas o me invento la respuesta.

No he estudiado nada. Tampoco he leído. Me he permitido ese lujo porque anoche nos montamos la fiesta y, como me lo pasé bien, me compensa. Un día es un día. Tengo ganas de que llegue mañana. Me gustaría salir a correr a Mauerpark y llevar una vida más sana. También tengo ganas de ponerme una mascarilla, pero voy a esperar unos días porque le quiero pedir a Stella que me enseñe a ponérmela y no quiero que sepa que lo primero que he hecho al levantarme ha sido salir corriendo a comprarla. Pero sí, molará llevar una mascarilla. Será divertido.

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