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  • Anna TV

SETENTA

El Invitado de Hoy nos cuenta su lunes de cuarentena desde Buenos Aires. Se llama Silvio Romero, le llaman Chivo. Toca el trombón en un grupo de música que se llama Chivos. Es amigo de mi cuñado y, lo más importante, amigo de mis sobrinos.

Texto abajo: Chivo

Texto arriba: Anna

Lunes 25 de mayo

Me he despertado después de muchas pesadillas y con dolor de cabeza. He mirado el teléfono y he visto mensajes de alarma de Beni, que quería saber si todavía respiraba. Sí respiraba, pero estaba hecha un asco. He llamado de inmediato al dentista, porque hoy por la tarde tenía cita y no quería cancelarla en el último momento. Total, que he llamado al dentista y se ha puesto el contestador, les he dicho que me había puesto enferma y que no podía ir y que ya intentaría llamar más tarde otra vez, cosa que no he hecho ni he intentado.

Me he levantado y me he hecho un café y, la verdad, que me ha reanimado y ya no me encontraba tan mal. He llamado a la médico de cabecera para decirle que necesitaba la baja médica, pero no me hace falta hoy, he concretado, me han dicho - una mujer muy amable (esta no es la que yo conozco, he pensado) - que podía hoy entre las 15 y las 16, le he dicho que había tenido un poco de fiebre, que si no importaba le he preguntado, no recuerdo qué me ha respondido, pero se notaba que no se daba cuenta del porqué de mi pregunta, así que le he remarcado “digo lo de la fiebre por el corona virus, si no hay problema en que vaya a cualquier hora” todo esto le he dicho, pero en alemán. Ah no, no hay problema, porque ya nos organizamos para que no haya mucha gente en la sala de espera”.

A las 15 he ido al médico, en la puerta de entrada, por la parte de fuera, había el típico cartel que decía “alto, si tienes tienes fiebre, tos o síntomas de resfriado, etc. no entres, pide una cita online, etc.”. Me ha extrañado ver el cartel y que, en cambio, al llamar antes me hubieran dicho que no había problema con ir a esa hora. He pensado que el cartel era viejo y no lo habían quitado y que ahora la normativa era distinta. He entrado. He hablado con la recepcionista, efectivamente no era la borde que me da miedo, era otra, muy amable. La que me ha atendido por teléfono. Me ha dicho que esperase en la sala de espera. En la sala de espera había una niña que se me acercaba todo el rato y parecía que quería jugar conmigo, yo ni la miraba porque pensaba que no quería contagiar a esa niña de ojos azules con cara de pan. La madre ha notado mi distanciamiento y ha sentado a la niña en su falda, seguramente ha pensado que soy una borde que no quiere ser infectada por una niña, pero era justo lo contrario. Luego ha entrado un hombre y se ha sentado cerca de mi silla (siempre con distancias) y he pensado “ay pobre”. He mirado la ventana que hay en la sala, para ver cuánta ventilación había. No mucha. Probabilidad de contagio, alta.

Han llamado a la madre con la niña y después me han llamado a mi. Ha venido la doctora, me ha preguntado que qué me pasaba. A medida que le he ido contando se le ha puesto cara de alarma (hoy la alarma ha sonado varias veces), se me ha quedado mirando, me ha preguntado que si había visto a mucha gente, que si he estado trabajando con los niños, me ha dicho que me tenía que dar una mascarilla. Se ha levantado, me ha dado una mascarilla de las de verdad, no como esa cosa que nos hacen llevar que no sirven para nada, me ha hecho poner unos guantes de goma, me ha preguntado que qué había tocado a parte del pomo de la puerta, “el brazo de esta silla y creo que nada más”. Dios mío, ni ET se sintió como me he sentido hoy. Me han dicho que mañana me hacen la prueba. He ido a recepción y cuando la doctora se ha despedido me ha mirado con cara de western. Yo no tenía que estar ahí entre tanta gente. Tengo que ir mañana a las once y llamar tres veces, para que sepan que soy yo. ¿Para qué tanto rollo mañana, si hoy he aparecido ahí a lo loco? La recepcionista amable tiene la respuesta.

He vuelto a casa deprisa porque no quería que nadie me viese con esa mascarilla. Me he quitado los guantes a medio camino. Una vez en casa, he dejado la mascarilla encima de unos papeles de diario. Me he pasado la tarde en la cama sin hacer nada. Ya no me encuentro mal, aunque tengo un poco de fiebre.

Ahora queda la espera, la duda, el confinamiento hasta tener el resultado. ¿Habré adquirido un nuevo superpoder? ¿Me habré convertido en una supercontagiadora?




Lunes 25 de mayo, por Silvio Romero:

No sé cómo empezar. Me llamo Seba de Berlín y me dijo que su cuñada estaba haciendo esto de contar con forma de diario como transcurren los días en modo cuarentena. Seba es un amigo de esos que se los lleva en la sangre. Y la verdad me re entusiasmó la propuesta.

El día empezó, obvio, con nuestra amiga la cuarentena, 25 de mayo, día patrio, si los hay en argentina, y por si fuera poco feriado. El día anterior había hecho todas las actividades que podría haber repartido en la semana: baldeé pasillo y vereda; hice un mueble zapatero para darle orden al calzado (sierra en mano ¡hace 15 años que no agarraba una!); seguí tocando con la viola y el trombón, termine unas secuencias que grabaré el miércoles y culminé mis andanzas musicales, con una birra. Ayer (domingo) a la noche me di cuenta que no tendría mucho para hacer el lunes, pero bue… con coral, mi hija, siempre hay algo para hacer, por lo menos tendría asegurado 3 pañales con caca para cambiar y a la noche nos habíamos propuesto bañarla.

Las personas de este barrio llevan las salidas de la cuarentena bastante moderadas. Es un barrio de casas bajas muy tranquilo. Ves en la calle o gente muy viejx o familias jóvenes con niñxs (los feriados y fines de semana son los únicos momentos que acá pueden salir los niños a la calle solo una hora durante el día). Es un día de frío otoñal, salimos a la mañana hacer las compras para el almuerzo. Pinto en el menú pastel de papas. Llegamos a casa y nos pusimos manos a la obra. Espera… ¡Nos olvidamos el vino! Virginia salió a comprarlo. Lo abrimos y después del primer sorbo empecé como un druida a mezclar los ingredientes para el relleno. El vino estaba bien. Debo decir que no vengo bebiendo ni fumando como lo solía hacer. A veces pienso que todo ese temple, coraje o inconsciencia que de joven manejaba, y que hacía que cualquier situación de peligro o atención fuera transitada con soltura; ahora de grande pareciera que se hubiera ido, o la extravié en alguna terminal de colectivo dormido de resaca o en el subte al salir del trabajo o doblando la esquina. Pero la cuestión es que las resacas ya no me son tan gratuitas y la verdad me desacomodan las ideas musicales y eso, me pone ansioso, por eso debe ser que por el momento no me penitenció con ellas... ¡¡ojo extraño un buen virulo y un poco de olor a sexo!! pero por ahora quedara en el cajón de los permitidos.

Virginia se la pasó haciendo yoga y qi-gong. Pusieron la mesa con coral y serví la comida, escuchamos la radio mientras comíamos (el programa de coco syli). Después bien abrigados, salimos a caminar con el mate en mano, ¡Coral aprendió a andar en tricicleta! y nos emocionamos, para volver a casa elegimos un camino más largo, cosa de caminar unas cuadras más y ejercitarnos.

Llegamos a casa, Coral me regalaba la segunda caca, así que fuimos directo a bañarla. Nos metimos con coral a la bañera, ¡logré lavarle el pelo! cosas difíciles si las hay. Cuando salí me puse a repasar los fraseos con el caño y calenté la cena. Ya en la cama a punto de escribir y de ver capas un poco de tv me esperaba la tercera caca, hice el ritual y Coral me lo agradeció acostándose al lado mío. Se durmió. Le cortamos las uñas (algo que queríamos lograr hace semanas pero no nos dejaba); me puse a escribir este relato y Virginia lo corregirá. Mientras, trato de enganchar una película donde los personajes disfruten de alguna droga y olor a sexo amistosamente.


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