La Invitada de Hoy es la gallega más molona, la nieta de la hermana de mi abuelo y la hija del primo de mi madre. Desde Londres, en el número 47 del diario de cuarentena con este bonito texto, María Abad.
Texto abajo: María
Texto arriba: Anna
Sábado 2 de mayo
Me he levantado tarde y no con resaca, pero sí con dolor de cabeza. Beni también tiene dolor de cabeza. Se ha levantado tarde también, y ha ido a buscar unas cuantas cosas para desayunar. Pensaba que volvería a su casa, pero se ha quedado conmigo, cosa que ha aliviado la resaca. No es resaca de alcohol, es la resaca de haber tocado, siempre al día siguiente de haber hecho un concierto me queda una especie de sensación mala, y no tengo ganas de tener contacto con el mundo real (ni con el digital).
No hemos hecho nada en todo el día, aunque sería más adecuado decir en toda la tarde. Hemos visto los conciertos del festival Unyas y dientes (en el que toqué), me gusta mucho todo lo que veo, es muy trash, cosa que me hace sentir orgullosa por haber tocado ahí. Me gusta mucho lo trash, igual que aquel al que le gustaba ser darks.
Hemos cenado en el sofá una pasta que me ha quedado muy rica mientras veíamos el festival. Después hemos visto una peli Romance X, medio erótica. Me ha gustado mucho, excepto por una frase que dicen al final de la peli, que dice que una mujer no es mujer hasta que no es madre. ¿Puedo sentirme ofendida o tengo que aceptar la frase y creer que soy un perro o, lo que es peor, una niña?
Sábado 2 de mayo, por María Abad:
Me desperté a las 12.
Sentí vergüenza cuando vi la hora, aunque se me pasó al recordar que yo en cuarentena no me reprocho nada. Y al recordar las múltiples copas de vino de la noche anterior. Y el día de mierda que había tenido también. Porque no sé vosotras, pero me sé de alguno que está recreando la película de “Alta Fidelidad” en cuarentena y qué pereza.
Me levanto un poco aturdida y sin ganas y voy a la cocina. Pienso que un buen desayuno lo puede arreglar todo. No queda leche, ni huevos, ni pan. Me replanteo seriamente volver a la cama.
Pero hace sol, así que me como una manzana y salgo al jardín. Yo no entiendo por qué la gente dice que en Londres hace mal tiempo, yo estoy morena y a mi compañera le han salido ya todas las pecas.
Charlamos un rato. Ponemos música y hacemos el payaso. Hay una canción que nos alegra muchísimo, aunque sinceramente creo que si no fuese cuarentena me parecería malísima. Hacer el payaso ayuda a que pasen los días, la música también.
La tensión en casa es bastante palpable. Somos 7 individuos compartiendo hogar, esto es como un gran hermano y creo que los dramas ocurren sin querer. Pero queriendo. Porque no hay mucho más que hacer. Nos vamos rotando y esta semana me ha tocado a mí salir afectada, es un sistema bastante democrático pero jode igual.
Cuando me siento incómoda voy a pasear al parque. O cuando estoy feliz, o cuando me aburro, o cuando hace sol. Así que allí que me voy.
El parque de al lado de mi casa es un parque eeeenorme, lleno de flores rarísimas y gente muy guapa. Hoy justamente está lleno de grupos de gente charlando y bebiendo birra. Y yo solo pienso que ojalá ser parte de un grupito de esos, porque estoy sensible y porque parecen felices. Llamo a Marina por teléfono para explicarle mi drama hogareño, contarle el salseo y que me recuerde que yo eso lo tengo que solucionar y punto. Marina vive en Barcelona y hoy por fin puede ir a dar un paseo al atardecer. Es estúpido que me de envidia porque aquí en Londres podemos salir todos los días a pasear, pero aún así me la da. O igual solo es el hecho de que quiero salir a pasear con ella.
Yo de la cuarentena no me quejo, mi situación muy buena, pero me da miedo y pena la repercusión que esto va a tener en mí. No sé qué va a pasar con los abrazos. Me van a dar miedo? Y qué pasa con los besos? Me voy a atrever a dar un beso con lengua después de esto? El ligar en los bares se va a acabar?
Vuelvo a casa y cojo una cerveza y el tabaco, y me voy al parque otra vez. Ojalá poder mudarme allí. El parque y el supermercado son mis sitios favoritos en cuarentena. Me enamoro de todo el mundo. Es una crueldad que se haya cancelado la primavera. Todos seguimos teniendo ganas de enamorarnos (o de darnos amor) pero no sabemos dónde meternos esas ganas. Entonces nos sonreímos en el parque. Me recuerda a cuando mi tía abuela me contaba cómo se ligaba en su época. Decía que se iba con sus amigas a la calle real de la ciudad y paseaban de arriba a abajo, las chicas por un lado, los chicos por el otro. Y se echaban miradas, miradas que a mi tía abuela le parecían descaradísimas. Ella me lo contaba sonrojada, como si fuese algo provocador. Recuerdo pensar que qué coñazo. Que por qué sólo se miraban. Y ahora, en Mayo del 2020, te entiendo, abuela. Ahora mismo una mirada de esas me puede alegrar la semana. Y a eso me voy al parque, a que me la alegren, porque esta ya no hay por dónde cogerla.
Llamo a Jara también porque sé que me va a hacer espabilar y solucionar el tema. Efectivamente, me riñe. Y efectivamente, funciona.
Me bebo la cerveza y me fumo un piti mirando la puesta de sol, intentando reunir agallas (que de resaca, pues pocas). Entonces me vuelvo a casa.
Todo empieza con un “Can we talk?” tembloroso, y después de una charla todo ese drama se vuelve absurdo. Nos reímos un poco, nos abrazamos otro tanto. Se acabó la tensión, no sé a quién le tocará la semana que viene pero al menos yo me puedo relajar por un tiempito.
Vaya bobería no haberlo hecho antes, cómo me gusta esta casa. Qué bien se está cuando se está bien.
Se me ocurre ir a celebrarlo al parque.
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