La Invitada de Hoy es María Ruiz-Larrea, una madrileña berlinesa que empezó la cuarentena en Cantabria, ahora la continúa en Madrid, y espera acabarla en Berlín. Y os preguntareis ¿cuántos alquileres paga?
Texto abajo: María
Texto arriba: Anna
Lunes 4 de mayo
Me he tomado un café y he salido de casa pitando. Siempre me levanto con el tiempo justo. Antes de salir he mirado qué temperatura hacía. El día ha sido lluvioso. Mi teléfono decía que hacía 9 grados. Caray, para ser 4 de mayo no está mal.
Mientras desataba la bici me acordaba del viaje que hice con Giorgio a Madrid, en el 99 -si n’han passat d’anys! -, era semana santa y se pasó el viaje lloviendo. Creo que ese fue el único viaje que hicimos juntos, sin contar cuando íbamos con Pepa y toda esta gente a Cambrils. Los viajes que hacíamos ahí eran de otro tipo, triviales (por el Trivial Pursuit, digo).
De camino a Alexander Platz me he acordado del viaje que hice a Londres con mis hermanas, a casa de Peter, que le dijo a un amigo “no entiendo nada de lo que dicen, pero se pasan el día o peleándose o riéndose”. Ese viaje fue en el 2000 me parece. Era la primera vez que salía de España.
Después de Londres he recordado, al ver unas flores por el camino, las veces que iba a visitar a mis abuelos a Sabadell y mi abuelo me llevaba a la tienda de chuches que había en la Rambla o por ahí cerca. Tenía un tobogán en forma de tubo ¡dentro de la tienda!
Paseando por Nikolai Viertel con Mireia he visto un restaurante (cerrado) de toldo verde que me ha recordado a un restaurante en el que cenamos mis padres, mis hermanas y yo en la plaza Mayor de Madrid. También fue el único viaje que hicimos toda la familia junta, cuando vivíamos bajo el mismo techo.
Con Mireia hemos paseado largo rato por Nikolai Viertel, nunca había paseado con detenimiento por ahí. Me ha gustado mucho. Hemos decidido con Mireia que, cuando se pueda comer en restaurantes, iremos a un restaurante de allí a celebrar lo de su nuevo trabajo.
El barrio me ha recordado un poco al Born de Barcelona (y al Poble Espanyol). Siempre tengo que hacer comparaciones con los barrios de Barcelona para saber un poco dónde estoy.
Antes de ir a Nikolai hemos pedido un café para llevar en una panadería de la estación.
Y después de pasear por Nikolai hemos comprado un Döner. Nos lo hemos comido sentadas en un alféizar de la calle. Dos pajaritos muy bonitos (y muy raros) han venido a pedirnos comida, parecía que no nos tenían ningún miedo. Al final me he puesto de pie (para defenderme mejor si me atacaban), uno de ellos ha empezado a hacer “pio, pio” bien fuerte, como si nos pidiese comida, entonces le he dado una patata frita que he tirado al suelo, después de preguntarle a Mireia si los pájaros pueden comer patatas fritas. Hemos sentido que los pájaros estaban invadiendo un poco nuestro espacio vital, así que nos hemos ido allí y cuando hemos llegado a la plaza nos hemos girado y hemos visto al pájaro, volando a media altura, venir directo hacia nosotras. Hemos pegado un grito las dos y una señora que lo ha visto todo a comenzado a reírse. He dejado las patatas encima de un banco, aterrorizada, pensando que el pajarito no me iba a dejar de perseguir hasta que no se quedara con mis patatas, así que he pensado que sería mejor regalarle. Al verlas ahí, Mireia me ha dicho que no le parecía muy buena idea, sí, la verdad es que podrían venir las ratas a comérselas. Las he tirado a la basura, a pesar de lo penoso de tirar comida a la basura.
Después de comer hemos vuelto a pasear por Nikolai. Mireia, entonces, me ha contado que hace yoga en casa, pero que no tiene esterilla de yoga. Hemos decidido entrar en Decathlon para comprar la esterilla. En la calle hemos hecho una cola que, a pesar de ser bastante larga, ha ido bastante rápida. En Decathlon había que llevar mascarilla y pedir lo que querías en unos mostradores medio improvisados, puestos en mitad de la tienda, donde dependientes (con mascarilla también) iban a las estanterías a buscar en patinete lo que les pedías. Me han entrado ganas de trabajar en Decathlon, para poder ir en patinete por toda la tienda.
Al final, cansadas de andar horas y horas, pues no podíamos hacer otra cosa (los bancos estaban mojados por la lluvia) nos hemos despedido. Ella ha vuelto en metro y yo, en bicicleta.
Antes de llegar a casa he pasado por el Lidl, porque casi no me quedaba leche. Al pagar me he fijado en el detalle de la cajera: no llevaba mascarilla, he mirado a la caja de al lado, el cajero tampoco llevaba. Yo tampoco llevaría si trabajara en un súper y me dejaran ir sin. He imaginado lo horrible que debe ser estar tantas horas en tu lugar de trabajo y tener que llevar esa cosa que no te deja respirar con libertad.
En casa he estudiado, por fin, un poco. He hecho yoga. He colgado el diario. He hecho la cena y he cenado.
Esta noche espero poder conciliar el sueño un poco más temprano que estos últimos días y semanas. Hoy me he levantado pronto.
Lunes 4 de mayo, por María Ruiz-Larrea:
(Transcripción de un audio de voz)
Te voy a mandar el diario de hoy en un audio, porque cuando hace creo que unos 50 y pico días, no sé muy bien, un 8 de marzo salí de Berlín, me iba a Portugal a trabajar una semana con el resto de las rotondas y luego una semana a España y finalmente llevo aquí casi dos meses, así que no traía ordenador, no traía nada, y lo único que tengo es el móvil, y paso completamente de ponerme a escribir en este teclado infame porque lo odio, así que te dejo un audio y espero que lo puedas transcribir o, no sé, lo que quieras.
A ver, el día de hoy. Hoy, 4 de mayo del 2020 -ese año que prometía ser maravilloso y que se ha convertido en una auténtica frikada-, pues comenzó bien, como prácticamente todos mis días desde hace ocho meses, en que nació el pequeño señor Lucas, y la verdad que comenzó con su inmensa sonrisa y sus ganas de jugar absolutas no muy pronto, porque tengo la suerte de que es un bebé que duerma hasta bastante tarde, recuerdo que era una de las pocas cosas que cuando estaba embarazada pensaba “por favor, que duerma, que no sea uno de los que se levanta a las seis de la mañana” y parece que me escucharon los astros o los genes, así que efectivamente, es bastante dormilón como yo, y nos llevamos bien en eso. Nada, hemos estado cachorreando en la cama, que es una cosa que nos encanta hacer a los dos y nos hemos ido a desayunar. Hemos tenido un día un poco extraño , un poco raro, y bastante triste, porque una de las personas que está viviendo aquí conmigo, en el confinamiento, perdió a una persona muy querida hace, nada, el día anterior, y tenía el entierro y, bueno, ha sido duro acompañarla en estos días tan difíciles de hospital con la distancia y de, al final, pues, un desenlace fatídico. Así que, bueno, hemos desayunado Luquitas, esta amiga y yo y, nada, hemos estado lo mejor que hemos podido, desayunando. La verdad que lo de tener un pequeñajo en estos días, aunque carga mucho, también da mucha vida, entonces, bueno, hemos desayunado y de ahí, Viurika, que es esta amiga, se tenía que ir al funeral -bueno al funeral, al entierro- y le he dejado unos zapatos negros, porque no tenía. Hemos estado ayudándola un poco y se ha ido a un entierro al que sólo podían asistir 6 personas y van a ser 8, a ver si podían hacer un poco la vista gorda y, bueno, pues se ha ido.
Nos hemos quedado Luquitas y yo -mi hermano, que también está viviendo con nosotros, se había ido a trabajar- y, nada, hemos estado jugueteando por aquí y haciendo un poco el moñas mañanero, le he intentado dormir una siesta, a las 11 de la mañana, que es cuando se suele dormir, cosa que no ha sido muy efectiva, porque ha estado hasta las doce haciendo el cachorro.
Y a las doce, por fin, se ha dormido y he tenido una grata conversación, grata por llamarlo de alguna manera, con la Sparkasse, mi banco alemán, porque yo estoy aquí pasando el encierro este y la locura, en realidad se supone que vivo en Berlín, y mi banco alemán, que siempre me da problemas con esto del online , a mi se me dan muy mal estas cosas, pero estas aplicaciones hay que reconocer que, a veces, son una mierda, y no me dejaba pagar el alquiler, que igual era una señal de que no debía pagarlo, pero al final lo he conseguido, después de casi cuarenta minutos al teléfono con una señorita que empezó muy poco amable, pero se fue ablandando poco a poco y al final me ayudó. Y justo cuando había acabado de esto y me puse a acabar de hacer un puré de calabacín que había dejado preparándose mientras llamaba a la Sparkasse, se despertó el pitufo, así que nada, allá que me fui otra vez a cachorrear con él, a cambiarle, a vestirle, con la intención de salir un ratito a la calle a hacer un par de recaditos, que yo puedo hacerlo con niño porque como soy madre soltera, tengo ese privilegio, pero, nada, no me dio tiempo, porque ya era casi la hora de comer, así que me puse a preparar, mientras jugaba con Luquitas, algo de comer, el puré que ya estaba en camino y unos rollitos de primavera y una ensalada. En esto que llegó Viurika, esta amiga, que venía del entierro, bastante triste, y estuvimos ahí charlando un poco, luego llegó mi hermano y comimos, comimos bastante rico, así que bien.
Y después de esto nos hemos ido a dormir una siesta, que es el momento maravilloso, pero una vez más Luquitas quería jugar, así que hemos estado jugando un buen rato, luego se ha dormido, yo he hablado con una amiga que vive aquí en Madrid, con la que chateo de vez en cuando, pero hacía bastante que no hablábamos, así que hemos estado hablando un rato, y cuando se ha despertado ya si que nos hemos quedado aquí un ratito charlando con Viurika y, claro, pues me he puesto bastante triste porque es duro esta realidad que estamos viviendo y cuando te toca tan cerca, bueno, pues asusta más, ¿no? Pero esta tristeza lo que ha hecho ha sido irnos ha dar nuestro paseo, porque estábamos justo en nuestra franja horaria, que esto de Madrid hay que tener un máster para saber cuándo puedes y cuándo no puedes salir a pasear, así que estábamos en nuestra franja horaria y nos hemos ido a dar un paseo, que hemos aprovechado un montón. Hacía un día radiante, 31 grados, calor, calor, calor y la verdad que lo hemos gozado.
A las siete y diez hemos llegado hasta aquí, hasta otra vez hasta casa, pero nos hemos ido escaqueándonos un poco a la farmacia a comprar un par de cosas que no eran muy necesarias pero que así hacíamos más tiempo. Y a las siete y veinte, con 20 minutos de retraso en nuestra franja, hemos vuelto a casa y hemos plantado con mi hermano Pablo que, como es jardinero, había traído un poco de tierra y hemos plantado un aguacate, que llevaba tres meses en un vaso, creciendo, de estos que pones así con los palillos y que, milagrosamente, porque no suele ocurrir, había salido y estaba ahora como de medio metro de alto, precioso y lo hemos trasplantado a una maceta, luego si quieres te mando una foto para que veas que bonito está.
Y, nada, después hemos llamado a mi padre, una video llamada para que vea un poco al enano y le haga reír, porque se ríen mucho juntos.
Hemos estado jugando otro poquito y ya he preparado la cena, se la he dado a Luquitas. Viurika había salido, porque se ha encontrado con una amiga que le iba a pasar unas cosas y no sé qué y, nada, he dado de cenar al enano. Ah! Se me olvidaba, claro: a las ocho de la tarde, por supuesto, hemos salido a aplaudir como todos los días desde que estoy aquí en Madrid, así que a las ocho hemos salido a aplaudir y desde hace tres días o así, que abrieron el confinamiento, a mirar por el balcón cómo pasea la gente, que, la verdad, es una cosa impresionante después de haber visto las calles tan vacías durante tanto tiempo. A mi, aunque todo el mundo se queje, me emociona mucho ver a la gente pasear, disfrutar, y en la calle, porque lo de ver siempre a la gente de uno en uno y con cara de susto era un poco desagradable y ahora, por lo menos, veo a la gente disfrutando, paseando, de dos en dos, ya no solos, pues da mucho placer. A mi me da mucho placer. Así que espero que seamos un poco cuidadosos para no cargárnoslo, pero que no perdamos esa parte de libertad, que es imprescindible, porque si no, nos va a dar algo.
Y nada, eso, he dado de cenar a Luquitas, hemos estado otra vez jugueteando, que es últimamente lo que hago mayormente, en el día. Y le iba a dormir.
Luego hemos cenado Pablo, Viurika y yo, un revuelto de setas y gambas que ha hecho Pablo, súper rico, y un poco de gazpacho, que he de reconocer que era de brik, pero que estaba muy bueno porque hay algunos muy buenos, la verdad, hay que reconocérselo.
Y ahora, pues te mando este audio para que tú lo transcribas, porque yo no voy a escribirlo en el teléfono, como te he dicho antes, así que te dejo un poco de trabajo, pero bueno.
Y, nada, eso ha sido mi día de hoy. Bastante día de la marmota, que es lo que sucede aquí en general. En cuanto a lo emocional, creo que un poco más revuelto por los acontecimientos y por lo que ha sucedido con este amigo, pero bueno, en lo cotidiano bastante similar a la mayoría de los días. Así que, nada, espero que pronto termine esto, yo creo que antes de que acabe estaré ya por Berlín, o sea que la tercera parte del confinamiento, porque primero estuve en Cantabria, ahora en Madrid y espero terminarlo en Berlín, pero bueno, espero que acabe pronto y podamos, por lo menos, salir a la calle aunque sea con esta nueva normalidad de la que hablan. Y, no sé, a mi la verdad que todo esto de las enseñanzas y de no sé qué, no me ha dado muchas, porque no me ha dado mucho tiempo, así que no me ha dao tiempo ni a ver los millones de series, ni a leer ningún libro, ni a pensar mucho muchas cosas, o sea que eh… no sé, espero que el resto de la humanidad lo haya aprovechado mucho y se haya hecho gente muy sensible y a partir de ahora seamos una sociedad mucho más maravillosa, que no lo éramos. Así que, no sé, espero.
Un beso grande y petons. Mua.
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