El Invitado de Hoy nos relata su jueves, aun en plena cuarentena. Desde Ciudad Real, Artuel Mondéjar.
Texto abajo: Artuel
Texto arriba: Anna
Jueves 14 de mayo
Hoy es mi tercer y último día de trabajo en esta semana. La semana que viene no trabajo, la otra sí. No son vacaciones, son días cargados de incertidumbre.
Me subo al tranvía por primera vez desde hace 2 meses, si mal no recuerdo.
Unos quinquis se suben sin máscara al tren. Por lo que tengo entendido, las máscaras no sirven de nada, o de muy poco.
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Me tengo que comer mis palabras, voy a H&M, aunque a penas tengo que hacer cola. Pasado mañana es la boda y no sé qué ponerme. No pensaba comprar nada, pero hoy he soñado que me compraba un disfraz de Blancanieves para la boda. Ha sido una auténtica pesadilla, así que he pensado que quizá mi subconsciente estaba intentado decirme que no tengo ropa para ir a la boda y que este hecho me tenía un poco angustiada (las personas superficiales también tienen sus problemas).
Desde que trabajo con niños, sueño a menudo que me hago pipí encima o que me pongo los zapatos al revés. Hoy tocaba disfraz de Blancanieves.
Además de ir a H&M, voy a Mango, a Promod, a Esprit, a H&M otra vez, otra vez a Mango, ahora a C&A. No encuentro nada. Al final me decido por un mono azul que me va un poco grande.
Siempre que me tengo que probar ropa, me acaloro y sudo. En el probador, la mascarilla fuera. La mascarilla también da calor.
Salgo del centro comercial, me quito la mascarilla y respiro hondo. Me pregunto si el hecho de llevar mascarilla subirá las ventas, me he comprado una pieza de ropa que me va grande, porque no podía más de estar ahí dentro con esa cosa tapándome la boca.
De vuelta a casa compro pan en esa panadería que no vende pan bueno, pero tampoco tan malo como la que está más cerca de mi casa. Que me digan hoy en día dónde comprar pan bueno, en Berlín, en Barcelona, o en Pekín. Aquí en Berlín, de panaderías buenas, sólo conozco la que está al lado de mi ex casa. Hacen un pan que huele a bizcocho.
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La cena está buena, pero es incómoda: la ensalada demasiado grande y los espagueti se pegan.
Además de ser incómoda, se me amarga la digestión. Recibo un correo del coordinador de mi clase y me sulfuro, mis mejillas se enrojecen, lo noto y se me acelera el corazón. Le contesto el correo con otro correo, y cuando termino alucino con lo bien que escribo en alemán. Cabreada, pero gramaticalmente correcta.
Leo un par de diarios de la cuarentena que me han mandado, y releo otro que ya había leído. Me emociono con alguno. El cabreo sigue ahí. Es agotador, las emociones a flor de piel constantemente, moriremos todos mucho más jóvenes de lo previsto, de un ataque al corazón.
Hay días que no soporto pensar en la distancia y el tiempo entre mis padres y yo, entre mi sobrina, mi hermana, mis amigos, Barcelona y yo.
Cuando me fui de Barcelona, con mucho dolor y en contra de mi voluntad (ahí se me hacía difícil ganar dinero y ganarlo sin perder la dignidad), pensé que Berlín sería un buen destino, no sólo porque aquí tuviese a mi familia y más de una amiga y de un amigo, sino también porque, desde Berlín, Barcelona aparecía con un chasquido de dedos. No entiendo a la gente que se va a vivir a un continente distinto del que proviene. Yo no sobreviviría ni medio año, si supiese que no puedo ir a menudo a Barcelona. Me fui de Barcelona con la condición de no perder nada de lo que ahí tengo y, para ello, tendría que viajar a menudo ahí. Aunque viajo ahí a menudo, no lo hago tanto como quisiera, porque el viaje de vuelta es doloroso. Eso no lo contemplé cuando me fui, el dolor del viaje de vuelta. Lo que sí que contemplé, en cambio, fue el corona virus, porque me prometí a mi misma dejar de ir a Barcelona solamente si una fuerza externa e invencible lo impedía. Voie la!
Jueves 14 de mayo, por Artuel Mondéjar:
Jueves 14 de Mayo de 2020
Ciudad Real
Castilla La-Mancha
Hoy debería ser un día de primavera repleto de actividades, sin embargo, solo puedo salir en un horario limitado. Qué curioso que en tan poco tiempo cambie tu rutina diaria tan rápidamente. Hoy me he levantado sin horario, como llevo haciendo alrededor de 64 días. Desayuno, me preparo para vivir el mismo día que ayer y decido en qué invertir el tiempo vacío para no sentir que pierdo horas de mi vida.
Así que he decidido salir a comprar y de nuevo me doy cuenta de cuánto ha cambiado la vida.
Lo primero es la ropa.
Ya no decido qué es más cómodo o qué combina mejor. Solo veo lo que más me cubre y poner las prendas en orden para que lo ultimo sean los guantes y la mascarilla.
Sí, ahora vivo en el mundo del futuro de las películas.
Personas tristes, silenciosas, mamparas que separan y crean espacios personales amplios… Esta es mi “Nueva Normalidad”. Y aún sintiendo que estoy fuera de casa, haciendo algo que no debo, o que el peligro está en cualquier parte, decido cuál será el mejor producto aunque parece que la pirámide alimenticia ya no es importante.
Tras hacer la compra para mis padres y para mí tocaba esperar en una larga cola a la hora de pagar. Intento hacer un chascarrillo, una broma al dependiente que me atiende cuando estoy pagando con tarjeta pero o parece no entenderlo, o bien no tiene ganas de hablar con nadie.
Calles vacías, personas en los balcones y buceando en sus pensamientos, muchas tiendas y bares aún cerrados porque vivo en Fase 0.
Así que en lugar de ir por el camino más rápido hacia mi casa decido ir por el más largo, paseando, sintiendo este frío típico de febrero.
Los pájaros canturrean haciendo las calles suyas, andando por las aceras y preguntándome con la mirada qué demonios está pasando y dónde están los humanos.
Al llegar a casa, protocolo de seguridad.
A la entrada dejo los zapatos y limpio las suelas con una composición casera de agua, vinagre y un poquito de lejía. Seguidamente la mascarilla sin tocar el interior y por último los guantes con cuidado que los lavo por fuera y por dentro porque son reutilizables, de esos de fregar los platos.
Coloco las cosas que he traído (desinfectándolas nuevamente) y las coloco.
Tomo muchas precauciones porque mi madre tiene un problema en los pulmones que hace que sea grupo de alto riesgo ante el corona-bicho.
Después de comer toca relajarse jugado a Animal crossing, quien diría que con 32 años un juego de niños sería tan divertido.
Una siesta de no más de 1 hora y vuelta a la vida.
Ahora el turno es del piano, de cantar y de practicar por si en algún momento de mi futuro ahora incierto pudiera dedicarme a ello por bares y teatros como siempre he querido. Lo malo, es que no sé qué ocurrirá después del corona-bicho, si la crisis que vendrá va a hacer que tenga que aparcar ese sueño o si quizá (y es algo que espero que no sea real) tengamos algún tipo de conflicto entre países o en España, que últimamente estamos siendo divididos más de lo que yo recuerdo.
De cualquier manera, hacer ejercicio es una buena opción, así que decido volver a rehacer la rutina de la mañana con la ropa adecuada (ahora será cómoda) y volver a elaborar la rutina anti corona-bicho.
Nada de correr, solo un paseo disfrutando del atardecer que hoy no veré, debido a las nubes grises que tapan el cielo.
Al volver doy por finalizado el día con una ducha relajante, a no tardar mucho para ser eficiente en mi higiene.
Ahora tocar cenar y dedicarme a leer como llevo haciendo en todo esta cuarentena sobre política para entender un poco mejor las estrategias que están utilizando a día de hoy.
Y para finalizar este día “ajetreado” me dedico a ver alguna película o serie en la que ando picado.
Intentando evadirme para no crearme ansiedad con la duda de cuándo terminará esto, se me viene a la cabeza una reflexión que alguien me dijo.
“El día que veas los restaurantes chinos abiertos con normalidad todo esto habrá acabado”
Y qué razón, porque o bien ellos saben de qué trata realmente el virus o es que son más responsables que el ciudadano español medio.
Artuel Mondéjar
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