El Invitado de Hoy es Serafín Tato, también conocido como Fino, nuestro querido Fino. De cabo a rabo, el domingo de Serafín Tato.
Texto abajo: Fino
Texto arriba: Anna
Domingo 10 de mayo
Mañana trabajo (en horario especial, pocas horas, muy pocos niños, etc.) y el domingo voy a una boda. Parece que tuviera la vida y una rutina de siempre. En la boda vamos a ser, por parte de la novia, cuatro personas invitadas. Todo el mundo chileno, excepto el novio, la familia del novio y yo.
Voy a pasar el fin de semana fuera, porque la boda no es en Berlín. En parte me hace ilusión y en parte siento el estrés que me provoca viajar. Siempre que tengo que viajar siento una presión y una especie de tristeza, como si me deprimiera, por eso casi nunca viajo. No me gusta mucho viajar, cosa que durante muchos años no confesé, porque decir que no te gusta viajar es como decir que no te gusta leer. Leer y viajar está sobrevalorado.
Hace calorcillo pero el día está nublado, me encanta el cielo nublado. Me gusta el sol y me gusta la lluvia (aunque me molesta mucho mojarme). Me gusta el verano (aunque el calor de Barcelona me mata) y me gusta el invierno. Y no sé si me gustaría vivir eternamente, porque siento cierta curiosidad por saber lo que se siente al morir, aunque siento vértigo en mi estómago cada vez que pienso que esto se va a acabar algún día, todos los inviernos y todas las primaveras.
Tengo que ver a ver qué me pongo para la boda. Si puedo me pongo tacón, que desde que vivo en Berlín casi nunca lo uso y me gusta llevar tacón de vez en cuando.
Pero el suelo de Berlín es tan pedregoso.
Domingo 10 de mayo, por Fino:
LLUVIA, GATOS, GUADÍ & BARCELONA
Abro los ojos. Sigo Vivo. Bien. Morir de momento aún no lo contemplo… Es de día, se cuela una luz suave por la ventana que me hace dudar de la hora en que amanezco. Miro el reloj, son las 7:30 de la mañana. Las 7:30! Madre mía esto es un sacrilegio! Pero cómo voy a madrugar un domingo! Ay no no, esto no puede ser… me dispongo a dar media vuelta y volver a dormir cuando me doy cuenta de que estamos en Fase 0 de confinamiento y que justo estoy en ese tramo horario en el que se nos permite salir a la calle sin ninguna excusa barata… así que recapacito. Mejor levantarse y aprovechar el momento.
Tras 10 minutos de pereza máxima consigo recuperar la verticalidad y me acerco a la terraza para ver si el tiempo acompaña. Llueve, llueve a mares. Joder! Ya me he levantado de la cama… yo con mis buenas intenciones para aprovechar el momento y pasear y está lloviendo! Por un segundo pienso en volver a la cama pero un pensamiento fugaz me devuelve la luz. Es domingo, no son ni las ocho de la mañana y llueve a mares… seguro que no hay nadie en la calle! Esto es un lujo, es un regalo, toda la ciudad para mí. Perfecto, además en el blog del confinamiento de Ana podré dar ese aire nostálgico de días de lluvia, charcos, melancolía barata etc etc genial, tira.
Revisando el armario constato que mi ropa no está preparada para un día de lluvia como el de hoy. Desde que dejé Galicia hace ya 15 años mi armario da pena para sobrellevar cualquier inclemencia climática. Esto no me estresa para nada, lo considero un lujo, el lujo de vivir en una parte del planeta con un clima de puta madre aunque ese lujo hoy se pagará a base de pies mojados. Consigo localizar unas bambas que en principio son resistentes a la lluvia, me planto unos vaqueros random y sin prestar atención saco la primera camiseta que tengo a mano… el azar ha querido que sea una camiseta de regalo de la revista Vogue que no había visto en mi vida. Creo que es de tía, da igual, es perfecta! “C’mon Vogue!”
Salgo a la calle y confirmo mi sospecha. No está ni el Tato! Bueno, el Tato sí, que soy yo, pero ya me entendéis. Qué lujazo de verdad. Las calles vacías, sin ningún coche ni ninguna persona, transmiten una paz y serenidad que hacía mucho tiempo que no experimentaba. Este paseo promete. Voy recorriendo calles al azar escuchando como único sonido el replicar de la lluvia en el paraguas (melancolía barata, ya os avisé). Vivo en uno de los barrios más fotografiados de la ciudad y no tardo mucho en llegar a uno de sus monumentos más famosos, la casa Batlló. Hoy luce especialmente bonita, quién diría que la lluvia le sienta tan bien… justo me acuerdo que a tan sólo unas manzanas está La Pedrera! Vamos para allá, hace tiempo que no dedicaba un momento para reencontrarme con Gaudí y las maravillas que proyectó en esta ciudad. De repente me descubro a mi mismo como un turista casual en una de las ciudades más visitadas del mundo que, irónicamente, está completamente vacía de turistas por la emergencia sanitaria global. Vamos que estoy seguro que ahora mismo soy el único “turista” de toda la ciudad. Me encanta.
En mi paseo por el barrio localizo uno de esos patios interiores del Eixample. Entro sin dudarlo. De normal mi agenda no me permite aprovechar estos pequeños oasis, pero ahora en un paseo de domingo casual es perfecto. No hay nadie como era de esperar. Hay que decir que este patio no es especialmente bonito pero tiene mucha vegetación. Me llaman la atención unos toboganes que están al final del patio y que, según se aprecia fueron precintados al inicio del confinamiento y ahora mismo tienen las tiras del precinto en el suelo, como si los niños se las arrancaran a la desesperada por volver a usarlos tras dos meses sin pisar la calle. Justo al lado de los toboganes hay dos columpios que siguen precintados. Me dan mucha pena los dos columpios a los que nadie le ha prestado atención… ni siquiera el confinamiento consiguió que cualquier criatura volviese a tener interés por ellos. Pobres, me entran ganas de arrancar el precinto y usarlos cual niño desbocado.
Comienzo a sentir cierta humedad en mis pies… va a ser que las bambas no eran tan impermeables… será mejor que vuelva a casa. De camino me paro a comprar en un paki que me mira horrorizado tan pronto entro. Joder, tengo que hacer una cara horrible.. vale que me desperté pronto pero vamos tan mal luzco? De pronto me doy cuenta de que su mirada de horror está dirigida a mis manos y caigo en la cuenta de que he salido de casa sin guantes ni mascarilla! Vaaalee es por eso. Madre mía la psicosis… me acerco al bote de gel hidroalcohólico que tiene en la entrada y me embadurno las manos para que al hombre no le dé un parraque. No me paro mucho en el paki ya que comienzo a sentir necesidades fisiológicas apremiantes, vamos que me meo, me meo mucho así que cojo lo que tengo que comprar, pago y aligero el paso.
Por fin en casa. Me ha gustado el paseo pero en el fondo algo en mí tiraba hacia casa de forma apremiante y no eran las necesidades fisiológicas si no más bien unas psicológicas. De aquí a unos años o meses saldrán estudios que hablen de cómo nos está afectando este confinamiento a nivel psicológico y van a ser muy interesantes. Yo sin ser experto en la materia ya os adelanto que ahora mismo todos visualizamos nuestra casa como el único refugio seguro del planeta aunque no sea para nada así y hay algo en nuestro instinto de supervivencia que nos empuja siempre a la máxima seguridad. Todo este rollo era para deciros que, vamos, que me apetecía volver.
No son ni las diez y no tengo ni idea de qué hacer. Yo soy de fluir y dejarme llevar por lo que me apetezca. Ahora mismo mi mente no deja de pensar en un examen importante de un curso online que tengo que acabar la semana que viene así que decido ponerme a estudiar. Error. Mis gatos no paran de boicotear el estudio. Tampoco es que yo esté mostrando mucha fuerza de voluntad… y ellos son muy insistentes. Son gatos. Dejad que os confiese que son dos aberraciones de la naturaleza y no malinterpretéis mis palabras… yo los adoro pero eso no quita que son dos aberraciones y no por su físico si no por su mera existencia. Me explico, de normal estos gatos no existirían. Esta raza fue creada por el hombre cruzando razas de gatos en busca del gato doméstico perfecto. Como resultado tenemos unos gatos de cara chata, ojos grandes, pelo corto, suave, brillante, sedoso, amorosos y muy tranquilos. Vamos, dos aberraciones adorables. Imposible decir que no.
Con la tontería, entre estudio sí, estudio no, miau sí, miau no, ya son las tres de la tarde. En cualquier hogar ya sería un poco tarde para la comida pero aún habría posibilidad de matar el gusanillo en el último momento. Vamos que cualquier mortal se pondría a hacer la comida, pero yo no. A mí me da por hacer ejercicio. Ya os dije que soy de fluir, así que me planto los pantalones de deporte, abro la bici estática y comienzo una sesión de spinning online. Es increíble lo que está consiguiendo el confinamiento… yo que siempre he criticado el cutrerío de las sesiones pregrabadas de cualquier deporte y aquí me tenéis al borde del colapso encima de una bici comprada in extremis al inicio de la cuarentena y, ojo con las bicicletas estáticas, que ahora cotizan más alto que el oro! Mis gatos comienzan a maullar como si les fuese la vida y es normal porque son las tres de la tarde y no entienden qué coño hago que no les estoy dando de comer. Lo siento chicos, me ha dado por quemar calorías así que fluid también. Sólo hay que esperar un poco para la latita. Poncho me mira con cara de pocos amigos, no le hace ni puta gracia.
Acabo sudado como un pollo y antes de meterme en la ducha pienso que lo mejor es aprovechar el tiempo de cocinado y cuadrar el tiempo de una dorada en el horno con el tiempo que estoy en la ducha. En mi mente lo veo como algo que funciona, vamos que es perfecto. Así que me dispongo a preparar la dorada cuando me doy cuenta de que no tengo bandeja para el horno! Soy un desastre, se me rompió la que tenía al inicio de la cuarentena y aún no he hecho nada para solucionarlo… muy bien Fino… no pasa a nada, localizo una bandeja para tartas… si eso se puede meter en el horno para hacer una tarta, se puede meter también para una dorada. Venga va, tira. Meto la dorada en el horno pero algo falla… yo no me meto en la ducha… vamos que me he puesto a zorrear en Instagram, he abierto una cerveza y me he puesto unos cascos con música a todo trapo. Es curioso lo de ponerse cascos para no molestar al vecindario con la música a toda pastilla mientras que los pobres tienen que sufrir como canto a pleno pulmón “mi bicho en tu totito pierde cobertura” y demás barbaridades… Casi que sería mejor dejarles escuchar la versión real de la canción y no mis alaridos. Total, la operación ducha ha sido un completo fracaso, cuando me doy cuenta ya voy un poco piripi, la dorada ya está lista y ni me he acercado al baño. Es lo que tiene fluir.
Abro los ojos. Mierda. ¿Dónde estoy? En el sofá, tengo a Ziggy durmiendo a mi lado. Me he quedado sobado! Pero… rápidamente me vienen destellos de comer una dorada un poco piripi y de tumbarme en el sofá… madre mía qué facilidad tengo para sobar, esto no es normal. Noto un olor raro… soy yo… apesto a sudor. Muy bien Fino, un cuadro. Consigo recuperar la vertical y enfilo a la ducha, eso que tenía que haber hecho desde un principio, pero bueno, más vale tarde que nunca. La verdad es que la ducha después de una siesta sienta de maravilla. Me vengo arriba y, enfundado en una bata blanca, de esas que llevan las celebrities mientras les maquillan, decido plantar en la cara una mascarilla hidratante. Cuando comienzo a relajarme me doy cuenta de que empiezan a sonar varios aplausos en la lejanía. ¿Qué hora es? Mieeerda, las ocho! Y yo con estos pelos! Yo siempre aprovecho los aplausos para flirtear con el vencindario. No me juzguéis mal (o sí) pero ahora mismo ese filtreo es lo más cerca que estoy de cualquier interacción humana afectiva… de hecho es lo más interesante del día si me apuras.
Total que no estoy yo como para salir a la terraza a aplaudir con semejantes pintas de loco del spa venido arriba, así que decido mostrar mi apoyo a los sanitarios sacando los brazos por la ventana para aplaudir sin mostrar nada más. Los vecinos tienen que estar flipando… seguro que están atando cabos, vamos que hace unas horas estaba cantando “Si no me acuerdo no pasó” a pleno pulmón y ahora sólo asomo los brazos por la ventana.
La verdad es que se ha pasado el día volando y tengo la sensación de que apenas no he hecho nada. Los domingos tienen esa particularidad de que cuando menos te lo esperas ya te han enfilado hacia una nueva semana. Ya queda nada para finiquitar el día y decido aprovechar las últimas horas con una sesión de cine. Recupero una baraja de cartas que ya usaba cuando compartía piso con Natalia (de esto hace varios años) y que empleábamos para elegir aleatoriamente películas olvidadas que nunca debieron olvidarse. Algún día os explico ese método con más detalle pero quedaros con el concepto y es que hay películas, libros, discos que con el paso del tiempo quedan descolgados de nuestras agendas, de nuestras prioridades hasta que desaparecen en el olvido y la idea aquí es tener algún momento de la semana o del mes en el que les damos la oportunidad de volver a primera plana. Si buscáis la forma de plantearlo, hacedlo porque la verdad es que es un gustazo. Me pongo con la selección aleatoria. Hoy ha tocado “Matar a un ruiseñor”. Perfecto
Abro los ojos. ¿Me he vuelto a quedar dormido? No puede ser… son las tantas de la madrugada. Matando al ruiseñor se liquidó también al domingo. Un día menos de confinamiento. Mañana más y ahora a ver quién duerme.
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