top of page
  • Anna TV

CINCUENTA

La Invitada de Hoy no necesita presentación porque ya he hablado de ella en estos días pasados. Con ustedes, desde Berlín, Mireia Olivé.

Texto abajo: Mireia

Texto arriba: Anna

Martes 5 de mayo

Hoy me he despertado teniendo muy claros mis planes; hoy tenía que ir a clase. Así que mi martes por la mañana de hoy ha sido como un martes normal, un martes normal antes de la cuarentena. Bien pensado, no ha sido exactamente igual a los martes de antes de la cuarentena, había algunas diferencias, como por ejemplo que he estado un poco nerviosa por la mañana pensando en cómo iba a ser la clase y pensando que quizá iba a ser un poco raro ver a la gente de clase después de tanto tiempo.

A parte de estas emociones sube y baja, el resto ha sido igual a los martes anteriores a la cuarentena, como decía. He desayunado mientras leía las noticias, he hablado con Jaume por Facebook para preguntarle si quería escribir en el diario, he leído un texto que tenía que leer antes de ir a clase, me he duchado, he comido un poco más antes de salir, he preparado mi mochila (mucho más vacía de lo normal) y me he ido a clase.

He ido en metro, porque voy a una escuela que no queda tan cerca de mi casa como para ir en bici, o en mi bici. Así que me he tenido que llevar la mascarilla. Vaya en metro o no, la mascarilla ya se ha convertido en parte de esos objetos que sí o sí, nieve o haga calor, me llevo siempre que salgo de casa: llaves, dinero, teléfono, mascarilla.

Una vez en la escuela (la puerta insólitamente desolada) he seguido las señales que me indicaban el camino correcto, camino no solo marcado por dichas señales; paredes improvisadas hechas con mesas y pizarras no dejaban espacio a la duda. He llegado a una de 3 las aulas en las que nos habían citado. Las 20 personas que normalmente ocupamos un único espacio, hoy hemos ocupado tres.

No estaba segura de si me podría quedar en el aula 201, he pensado que quizá ya había ocho personas ahí y tendría que ir a otra aula. Cuando he llegado he visto a Sepideh, Liana y Peter, no había nadie más. Me han saludado con una sonrisa y me han dicho que me sentase y que hiciera el ejercicio. Al cabo de un rato ha llegado el profesor, que iba de aula en aula dándonos la clase a ratos intermitentes, pero eso en mi escuela no es tan raro, porque muchas veces los profesores nos dejan haciendo ejercicios, mientras tanto ellos se van – algunos más que otros – a saber dónde, acaso al cielo de los profesores, y luego vuelven.

En una de sus apariciones intermitentes el profesor nos ha explicado las normas y nos ha remarcado que tenemos que seguirlas a rajatabla. Nos ha dicho que tenemos que estar en el aula todo el rato, que cuando salgamos de la escuela hay que hacerlo por la escalera de incendios y no podemos quedarnos en la puerta charlando, y tenemos que llegar súper puntuales, y súper puntuales no quiere decir solamente no llegar tarde, sino que tampoco podemos llegar antes, ya que se trata de evitar las aglomeraciones en la puerta, las típicas aglomeraciones en la puerta de la escuela con gente fumando y (en mi cabeza) riendo. Y de la escuela no se puede ir nadie hasta que termine la clase. Súper controlado.

Me gusta más hacer clase en tiempos de corona virus, es más relajado todo, somos menos así que me da menos reparo hablar en público, se está más tranquilo, y la gente que siempre habla y no me dejan concentrarme al leer, están en otra aula. Gente muy maja, pero que no calla.

La clase ha terminado más pronto de lo que solía. Nos han reducido el horario de clase presencial a 3 horas a la semana.

El camino hacia la puerta de salida ha sido más difícil de encontrar. En la calle nos hemos despedido con un “hasta la próxima”, que en estos tiempos nunca se sabe con certeza cuándo será.

Una vez en casa he hecho como suelo hacer cuando no vivo en una película de ciencia ficción, me he hecho la cena nada más llegar y he cenado más temprano.

Y el resto ya como siempre, que si cuelga el diario, que si pierde el tiempo con Internet, que si tengo que estudiar pero qué pocas ganas, que si leo o me pongo una peli, que si


Martes 5 de mayo, por Mireia Olivé:

Hoy me he levantado a las 8:30 de la mañana. He visto por la ventana que hacía sol (puntazo positivo). Me he duchado, he desayunado y he salido de casa. La misión era ir a por un café, pero la misión real es la de salir a la calle por la mañana porque me gusta. He sacado el candado de la bici, y ya con mis manos en el manillar, saliendo de casa pienso en haber sido demasiado optimista con el tiempo. Hace frío, o el ambiente está más frío de lo que pensaba (bajón). Pero ahí me dirijo, a la bäckerei, y ahí, el ritual de siempre: miradas furtivas de personas a mi alrededor, cola de espera respetando la distancia, entrada uno por uno y mascarilla puesta. Salgo con el café (y un cruasán) y me dirijo a casa. Por el camino veo dos cajas de ropa en perfecto estado, me acerco y me decido a husmear. Hay dos camisetas que están bien, las cojo y sigo mi camino. Al llegar a casa, pongo una lavadora y me pongo a estudiar, tengo una prueba de trabajo la semana que viene. No me concentro, la cabeza enlaza pensamiento uno con otro, que nada que ver con el temario. Está lloviendo, y la luz que acompaña la lluvia, está muy bonita. Se hace mediodía y como cada día a las 13:00 me conecto al Skype para hacer una partida Rummikub con mi madre, Marc y Pau. Me lo paso muy bien, siempre. Terminamos a las 14:00, me preparo la comida: pechuga de pollo con verduras al horno (exclusivamente al horno, para lavar menos). Y me llama Joni, un vecino, que me está ayudando a solucionar un problema, que tengo con otro vecino, que me irrita mucho. Y no me termino la comida del cabreo que llevo, aún así, me termino riendo, como siempre. Vuelvo al estudio. Se acercan las 18:00 y busco el Youtube de una chica asiática que da clases de yoga y me gusta bastante como las da, tanto que me gustaría conocerla en persona! Eso de empatizar tanto digitalmente me asusta (yo soy consciente de que si empezamos con alguna postura complicada, y me termino cayendo y me parto un brazo, ella no me va a ayudar). Hago dos clases, muy contenta porque hacía yoga sin esterilla y ayer Anna me acompañó a comprar una (ganaba elasticidad mientras me fastidiaba las rodillas). Luego me ducho con agua caliente (momentazo). Me preparo la cena mientras hablo con varias personas por whatsapp y se va haciendo tarde. El geranio de la foto me lo he compré para alegrar y armonizar el ambiente de casa. Desde que empezó la expansión del virus a día de hoy, me han pasado bastantes cosas, algunas buenas y otras no tan buenas (ninguna me dejó indiferente).

Espero podamos recuperar el buen rollo mundial pronto.




79 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

OCHENTA

bottom of page