En el diario de hoy inauguramos la sección “el invitado de hoy” en la que cada día un nuevo invitado nos contará sus aventuras del confinamiento de aquel día.
Tengo el honor de comenzar esta sección con las letras de Evripidis.
En la primera parte, podréis encontrar, como siempre, mis aventuras (del sábado). Más abajo, encontraréis las de Evripidis, una delicia.
No os aburráis!
Sábado 21 de marzo
11:45
Me he levantado a las 11, está bien. Me estoy tomando un café.
Tengo que vigilar con mi horario de sueño, no quiero que se me descontrole y convertirme en algo parecido a un habitante de la casa de gran hermano. Los de gran hermano van voluntariamente a encerrarse a una casa y, peor aun, con cámaras. Leí en una noticia que los concursantes de gran hermano de Alemania (creo que los de Alemania) no se habían enterado de lo del virus y la cuarentena. Ningún infectado en la casa de gran hermano.
Ayer, cuando me desplazaba en bici- a casa de Beni- me crucé con un hombre que llevaba ni más ni menos que DOS paquetes de rollo de papel de váter.
En el periódico son todo noticias sobre corona virus, y en la radio, y en la tele. He leído en alemán en estos días más que en los últimos 5 años.
Hoy hace sol, un día bonito. Hoy empieza la primavera. Ayer era 20 de març. Normalmente este día del año me pongo la canción de Serrat, pero ayer no me apeteció. Estos días no quiero saber nada de Barcelona. Me da mucha pena no saber cuándo voy a poder ir. Me estaba leyendo un libro de una tipa alemana que vivió en Barcelona. Ein Jahr in Barcelona (Un año en Barcelona) se llama el libro. Lo describe todo tan bien. Retrata mi Barcelona, tal cual es. Estaba enganchada al libro. Lo leía pensando en mis próximos días en abril ahí. Lo he dejado de leer. Me daba pena leer el libro, sin saber cuando voy a volver. Y mi perro, con lo viejo que es…
16:45
Me voy a pasear.
21:42
Hemos ido hasta Alexanderplatz (por fuera, cerca de Alexanderplatz mejor dicho). Hacía frío.
Solamente había gente en bici, o gente de una en una. El grupo más grande con el que nos hemos cruzado estaba formado por 3 personas, 3 chicas de unos 14 años. Todas las tiendas están cerradas, y en todas: o dan explicaciones de por qué está cerrado o te mandan a casa. En el suelo había grafitis donde ponía: “si lees esto, vete a casa”.
Las calles grandes estaban desiertas, sólo he visto coches.
También hemos visto un avión, nos hemos preguntado que a dónde debe ir, y cuánta gente habrá dentro, y de dónde viene.
También me pregunto cuándo podré ir a Barcelona. Aunque ahora mismo tampoco están ahí los que ahí viven. Estoy igual de cerca de Marc, que Laura, o Iñaki.
Es lo bueno del virus este, que puedo ir a conciertos como si estuviera ahí.
Ayer me preguntaba Beni que por qué en Barcelona hay tantos grupos de música lo-fi. En España en general, diría yo. Y no lo sé, pero qué pena que en Berlin no los haya encontrado, o no los haya sabido encontrar.
En el súper hoy no había nadie. Y donde la caja, había unas marcas en el suelo para marcar la distancia.
Aun no sé si nos van a encerrar a lo bestia o no. A veces pienso que no tiene sentido encerrarse, si no lo hace todo el mundo.
Yo creo que en Berlin no nos encierran, o no todavía, la cosa va más lenta y la gente ya se está encerrando “voluntariamente”.
Se me hace un nudo en el estómago cada vez que escucho que hay nuevas noticias sobre el encierro.
Ayer en un grupo de whatsapp nos mandaron una fake-new que decía que a partir del domingo, encerrados.
Se me cerró el estómago y por momentos no podía hacer nada más que volverme loca, como cuando te rompen el corazón o te echan del trabajo, o yo qué sé.
Después de recibir la fake-new me puse a buscar la noticia y no la encontré. Luego unos minutos para calmarme. Una montaña rusa. Esto es un sin-vivir.
Empieza el Cuarentena Fest. Vamos a ver qué tal.
1:17
David Marmota cuelga en su Instagram unas flores que se parecen al brócoli que he comido hoy. Evripidis en un chat escribe que está bebiendo vino y algo achispado, a ver si alguien quiere hablar online. No contesto. Yo también bebo vino ahora, pero hablo con personas en vivo; esto es: no online. En la cocina. (Todos habitantes en el mismo lugar).
Bebo vino, converso y pienso. Pienso que en un futuro soñaremos con la cuarentena “hoy he soñado que estábamos en cuarentena”, como cuando dejas de fumar y sueñas que vuelves a caer. También he pensado que quizá sea al revés, quizá en el futuro soñaremos que todo vuelve a ser como antes “hoy he soñado que la gente se volvía a encontrar en persona”.
Los sueños del futuro de mi imaginación son los sueños del presente. El otro día soñé que iba a una fiesta, no podía tocar a nadie y tenía miedo de que el virus se propagase.
Acabo de ver un flyer de una obra de teatro que tuvo lugar en el festival de teatro que organiza mi hermana.
La obra de teatro a la que me refiero trataba de dos vestidos que estaban colgados en un armario, encerrados sin poder salir, hasta que les llegaba una invitación para ir a la ópera.
Hará un par de semanas que vi la obra. Y en aquel momento no se me hubiera ocurrido pensar, por nada del mundo, que ahora estaríamos nosotros encerrados. Igual que esos vestidos, deseando ir a a la ópera.
Todos nuestros planes, kaput.
Como si alguien hubiera puesto de golpe, sin avisar, un precipicio a nuestros pies. Alto, ni un paso más.
Sábado 21 de marzo, por Evripidis Sabatis:
La idea de escribir un diario de cuarentena vino en mi cabeza en el momento que escuché que deberíamos estar confinados en casa durante por lo menos dos semanas. Avance rápido al séptimo día y no había tecleado ni una palabra. Supongo que me di cuenta rápidamente que quizás documentar mi encierro no era la idea mas original del mundo y que hacer cualquier otra cosa me apetecía más. Sin duda, cuando Anna, mi ex compañera de piso e ídolo personal de pop de dormitorio bajo el nombre Imperio, me retó escribir, me encontré en un callejón sin salida. Me lo propuso en un momento en que miraba el teléfono en el baño y de alguna manera me sentí arrinconado y a la vez halagado con su propuesta de ser el primer invitado en su blog. Así que aquí estoy, después de medianoche, achispado tras ver cuatro conciertos en streaming mientras me trinco un tinto. ¿Y porque no? Antes jamás bebería vino un sábado por la noche porque me da sueño, pero parece que hoy no voy a salir de bares y de discotecas hasta el amanecer. Sospecho que en breve nos tiraremos en el sofá para ver una película y pronto zzzzzzz.
Mi día de hoy empezó tras despertarme de un sueño donde me reunía cariñosamente con Lara, una amiga que falleció hace unos años. Fue un sueño agradable que me lleno ternura. Ya que los vivos no me pueden visitar, que me visiten los muertos. Luego soñé que estaba intentando a convencer a un ser que era medio oso y medio humano de no matar a mi novio Marc. El supuestamente, sin darse cuenta, había insultado a esa criatura alta y peluda. “Que no, que no quería insultarte ¡Te lo juro, ha sido un malentendido!” suplicaba a ese extraño ser, que por muy decidido estaba de matar a mi amor, a la vez se mostraba bastante afable conmigo.
Me desperté, pasé un buen rato en la cama medio dormido, acabé haciendo el amor con estas ganas que son muy propias de los primeros momentos que pasas despierto en un día, cuando todavía la mente no está nublada con preocupaciones, planes, obligaciones, retos. Al fin y al cabo, ¿que hay que cumplir hoy? Es un sábado de la Cuarentena. La mayor aspiración posible es cocinar algo rico y dar un placer inmenso al paladar. Y tal vez leer un pasaje interesante en un libro, mirar la calle vacía por la ventana, tomar el sol en el patio mientras cuente las flores nuevas, ver algo gracioso en el ordenador, llamar a mil contactos por alguna aplicación de móvil.
Pasé la mañana y la mediodía en una nube de excitación cafeínica, cortando hojas y tallos secos en el patio, barriendo, redecorando la casa y hablando compulsivamente al teléfono. Charlé mucho rato con Lena, mi amiga griega de desde hace 30 años con quien casi nunca hablamos al teléfono porque a ella no le gusta usar la tecnología del siglo XXI. Me enseño un video de sus tres gatos durmiendo en varias partes de su piso plácidamente, confesamos en uno al otro que por mucho que nos agobie el futuro, el presente nos encuentra muy tranquilos ya que muchos estreses de la vida diaria han sido eliminados. También hablamos sobre el tema de los refugiados en Grecia y lo increíblemente racista que se ha mostrado gran parte de la población. Una conversación larga que incluyó varios tópicos, y luego nos despedimos prometiéndonos que no tardaríamos en volver a hablar de nuevo.
Marc intentó rapar su cabeza con una máquina de afeitar y luego se marchó a buscar comida y -a ser posible- una máquina de cortar el pelo. Así que me quedé solo, hablando más al teléfono mientras intentaba despejar el piso, barría, regaba, recogía la colada. Cuando él volvió, me dí cuenta que aunque no había parado, casi no se veían resultados. O sea, no se veían a primera vista pero mi ojo detallista de Virgo sabía reconocer que varias plantas habían estado ligeramente podadas y liberadas de hojas amarillentas, y que muchos objetos que antes estaban en el camino ahora se encontraban escondidos en armarios y cajas o habían sido puestos estratégicamente en algún lugar que ya no molestan.
Cuando Marc volvió, cocinó un arroz de sepia muy rico y lo zampamos en el patio con ensalada y natillas con crema montada como postre. Si no salimos de esta cuarentena como ballenas verdaderas, será un milagro. Estoy muy contento por una cosa, haber recuperado nuestro patio, tanto para comer que por hacer deporte, tomar el sol primaveral, charlar con las vecinas a través de los balcones de en frente. Hace tiempo este espacio fue la niña de mis ojos, lo estuve llenando con docenas de plantas. Varias de ellas se convirtieron en verdaderos arboles. Con el paso de tiempo perdí el interés y lo dejé convertirse en una selva no demasiado amable, donde era un poco difícil disfrutar, entre vegetación salvaje y ropa tendida. Ahora lo tengo ordenado y limpio y me está salvando de las garras de la locura.
Luego me fui a leer un poco Las Chicas, de Emma Cline y acabé haciendo una siesta de dos horas. Me desperté sintiéndome majmurlis, una palabra griega que describe el estado gruñón y malhumorado del ser humano cuando, con una cara que se asemeja a una pasa, se levanta de una siesta de más que una hora.
Hablé un poco más al teléfono con mi amigo Spyros, comentando la cultura pop, riéndonos con memes, reflexionando sobre las medidas de la Cuarentena y el futuro incierto. Nos reímos bastante pero tuve que cortar la conversación para arrastrarme al salón. Empezaban los conciertos en linea del Cuarentena Fest. Disfruté el pop fresco de Carlota (con versión inesperada de Be my Baby de The Ronettes), el dream pop oscuro de Airu (con varias interrupciones absurdas por parte de YouTube. Se ve que bloquea los videos de algunos conciertos porque detecta infracciones en los derechos de autor, ¡aunque las canciones son de los propios artistas!), el indie pop de Malamute cantado desde la habitación de Irene en Santander en plan karaoke (su novio y guitarrista está atrapado en Madrid) y el el electro de Elektra Insogna. Todo esto mientras con Marc engullÍamos medio bol de babaganoush casero, con palitos de zanahoria, pan, queso y pimiento rojo, acompañados de vino. Acabamos como dos foquitas contentas.
Cuando las actuaciones acabaron ya estaba bastante borracho y eufórico. Tras agradecer en mi interior a la gente que organizó este festival y todos les artistes que participan, me puse las manos en la masa y empecé escribiendo este texto, con mucha dificultad y una plétora de distracciones poniéndose en mi camino. El nuevo capitulo de RuPaul’s Drag Race fue crítico para que interrumpiera cualquier aspiración personal literaria. Decidí en mi estado etílico que un texto, como un estofado, curry o arroz, tal vez es mejor retomarlo el día siguiente. Además, lo de posponer es mi especialidad.
Y aquí estoy, al mediodía del día siguiente, aún peleándome con las palabras y las ideas y la resaca tonta casera. Ay Anna, ¡donde me has metido!
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