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OCHO

En la entrada número ocho de este diario, el invitado especial, David Marmota, desde un pueblecito de Alicante, nos cuenta qué hizo el martes 24 de marzo.

Autora primera parte: Anna

Autor segunda parte: David Marmota

Martes 24 de marzo

10:37

Hoy hace un bonito día para salir a pasear.

Pues...¡NO!

11:15

No sé muy bien de qué humor estoy, muchas veces no me doy cuenta de mi estado de ánimo hasta que no veo a alguien. Si estoy sola, no hablo y no sé cómo reacciono ante los demás. Por escrito no vale, no es lo mismo.

Los pájaros cantan, he salido al balcón para tomar el sol, pero hace un frío que pela.

Creo que cuando termine esta cuarentena voy tener agorafobia o algo parecido. Me va a dar terror volver a mi vida normal.

Tengo que ir al supermercado urgentemente o voy a acabar cocinando el pan bimbo (=pan de molde).

17:35

Hoy he ido a la farmacia y al súper.

He ido a la farmacia que está más lejos. Había una pareja fuera y una señora detrás, indecisa, que no sabía si aquello era la cola o no. Yo tampoco lo sabía. No lo era. La chica se ha puesto una máscara y ha entrado. Se ha echado en las manos desinfectante, dispuesto en la entrada de la farmacia para eso mismo, con un cartelito encima que decía: “ por favor, desinféctese las manos". La señora, que que iba con el carro de la compra, ha entrado después. Se la veía muy desorientada a la pobre mujer. No se ha desinfectado las manos.

Las farmacéuticas atendían detrás de un cristal. Me ha venido a la cabeza Zelig, la peli futurista de Woody Allen. He esperado detrás de la línea (distancia de seguridad).

He comprado Ibuprofeno, he pagado en efectivo (no podía con tarjeta; sólo a partir de 5€).

Luego he ido al súper por la parte de atrás, por la que nunca voy, por el camino largo y siguiendo el sol. “No te abstraigas” pensaba, quería disfrutar de la calle, estar presente.

Ahora estoy delante del ordenador, porque es hora de clase y tenía que mandarle un mail al profesor para decirle que estoy delante del ordenador. Algunos profesores no saben aprovechar las ventajas de comunicarse online, son demasiado mayores para eso. No lo entienden.

Hace un rato han llamado al timbre. Normalmente no abro, lo ignoro, porque tengo un vecino que está oficialmente loco (reconocido por el estado) y a veces llama a mi puerta y me dice cosas extrañas, y no me refiero a que hable en alemán, que sí que es un idioma bastante extraño, me refiero a que me dice cosas como "sepultura" o “sal a fuera, humano amable” (traducción patatera) para que le abra la puerta.

Aunque tenga un vecino majareta, hoy no podía dejar pasar la ocasión. Han llamado a mi timbre! Qué emoción. Hallo? He dicho por el interfono. Una voz de mujer me ha pedido que abra la puerta, trae correo para Frau Taules (con acento e la a, estoy condenada a que todo el mundo pronuncie mi apellido al revés). Le he abierto la puerta, como es natural. He escuchado cómo dejaba la cartita en el buzón y he bajado de inmediato a recogerla, tan deprisa he bajado, que me he dejado media cremallera de la bota a medio abrochar.

Era una carta sobre un tema burocrático, informativa, ni siquiera iba dirigida a mi, hablaban en plural “Estimados clientes”.

Mañana, seguro mañana recibo la carta del millón de dólares.



Martes 24 de marzo, por David Marmota:




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