Miércoles 18 de marzo
13:10
El lunes por la tarde, cuando llegué a casa después de mi último día de trabajo, llamé a mi madre. Le pregunté:
Qué tal?
Aburridísima- me contestó.
Al instante pensé (no se lo dije) que no entiendo mucho en qué le puede afectar a ella el aburrimiento del confinamiento, pues su vida de abuela tampoco se diferencia mucho de la vida que tiene que hacer ahora a causa de las restricciones.
I que estàs fent ara?- le pregunté.
Tinc lumbàlgia- me contesta- sóc al llit.
Lo cual me creó más confusión todavía, pero, tratándose de mi madre, lo raro sería que
no me sorprendiera.
Después de hablar con mi madre, al cabo de unas horas, me empezó a invadir a mi
también el aburrimiento. Mi lunes noche no se distinguía en nada a otro lunes y, en
cambio, el sopor pesaba sobre mi como una condena. Será un efecto secundario,pensé.
Algo psicosomático.
Hoy miércoles vuelvo a estar en casa. Ahora voy a limpiar y ordenar un poco.
Hoy por la noche hablará Angela Merkel por la tele. Vuestro miércoles es nuestro viernes, me ha dicho Marc.
Me parece que soy la única ciudadana de Berlin que sabe lo que le viene encima a esta
ciudad.
20:36
Esto es como unas vacaciones sin dinero.
O como un sueño extraño. Como hibernar en primavera.
O como un castigo auto impuesto.
Merkel acaba de hablar. De momento no nos ha encerrado en casa, como han hecho en España o en Italia. En nuestra mano lo deja.
Mi vida social se ha reducido a una persona.
He cambiado de lugar los muebles de la cocina.
Tengo un nudo en el estómago.
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